OPINIÓN|
Considero que, en los tiempos actuales sólo una férrea vocación sostiene a una gran parte de los médicos para poder desarrollar dignamente su actividad, inmersos en un sistema que muchas veces no los tiene en cuenta, que ha convertido al ejercicio profesional, en un trabajo riesgoso, y en ciertos ámbitos peligroso para su integridad física y emocional.
Hay una desvalorización del trabajo intelectual médico, esto tiene su correlato entre dos aspectos: el horario de las consultas médicas, y el número de pacientes que hay que atender diariamente; situación más evidente en los servicios de salud públicos. Un porcentaje nada despreciable de médicos se ha resignado a esta lógica perversa.
La consulta es la fase fundamental de la actividad médica; es el momento del procesamiento intelectual de la información ofrecida por la semiología y los estudios complementarios y el de la toma de decisiones:
Los procedimientos médicos instrumentales, tanto de diagnóstico como terapéuticos, son culturalmente jerarquizados claramente sobre la anamnesis (interrogatorio). La brecha es tan profunda que muchos médicos migran desde la consulta hacia los estudios complementarios y/o a la medicina intervencionista.
La respuesta complementaria a lo anteriormente descrito, la experimentan los pacientes día a día al asistir a las consultas, en los que hay una sobrecarga de pacientes, hecho más notorio en los hospitales públicos, quienes en muchos casos son atendidos por médicos agobiados o atemorizados.
En la cotidiana práctica médica profesional, la ecuación riesgo-beneficio, es tan desfavorable en varias especialidades que no se logra cubrir debido a la ingente demanda de atención especializada.
En general, (siempre hay excepciones) estamos viviendo la era de los médicos con poco tiempo para sus pacientes; los consultorios y hospitales públicos y algunos privados, se asimilan a una cadena industrial de producción en serie. Hay un inocultable deterioro de la relación médico-paciente.
El médico honesto tiene una ardua tarea para sobrellevar la incertidumbre propia de la profesión, en este medio tan hostil en el que vivimos inmersos. (O)