Maestro

Mi amable lector: permítame traspasar los límites de la distancia y acercarme con la palabra e intentar unas mínimas reflexiones ahora que este año termina. Sabemos que inventamos el tiempo, que la vida es un continuo devenir y que no existen días nuevos o años viejos, por eso mismo, necesitamos hablar desde el corazón y la experiencia que nos deja el cabalístico 2020. Año del látigo, del coronavirus, del terror y el caos, año en el que demonio se nos apareció en todas sus formas, rumores, cadáveres en las calles, alcoholismo, suicidios, enterramientos sin rituales, descalabro financiero y un sin final más de las secuelas de la plaga. Pero también, año en el que se nos ha comprobado que estamos diseñados para sobrevivir. Año de la resiliencia, la reflexión, la humildad; el recorte de nuestro ego y nuestra codicia. Año en el que aprendimos “piel adentro” a mirar hacia afuera, a colaborar, a compartir con los más desvalidos, al mismo tiempo que aprendimos de ellos. Duros de corazón, quizás necesitamos esta lección de la tierra; sin embargo sabemos que luego de este tiempo, todo ha cambiado. Menos soberbios, vulnerables, como nunca, nos acercamos al nuevo año temblando, como niños luego de una reprimenda. ¡Gracias a la vida que estamos juntos! Gracias por no haber perdido el maravilloso asombro de estar vivos. ¡Feliz año nuevo, mi querido lector! Venga el abrazo solidario. Y que nuestros valores fortalecidos no nos abandonen, imprescindible nuestra lucha por un mundo mejor. (O)

 

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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