“Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable algo que se desea” es el significado que el DRAE da a esperanza. Esta actitud tiene un sentido positivo considerando que casi siempre se aspira o desea algo mejor. El inicio de un año es época en la que este sentimiento se agudiza, pese a la incertidumbre que es propia del futuro. La esperanza dignifica la vida contribuyendo a superar el desánimo que suele estar presente en las existencias. El temor es una tensión interna que surge cuando presumimos que ocurrirá algo negativo, hasta cierto punto se opone a la esperanza, siempre y cuando consideremos que se superará según lo que nosotros hagamos.
Además de la incertidumbre que no se aleja de la pandemia que soportamos, si pensamos lo que ocurrirá en lo político y económico en el mundo y sus países, estos estados de ánimo están presentes, considerando que, en muchísimos casos, como personas, nada podemos hacer para que ocurra lo que aspiramos o que los temores se superan al margen de nuestro desarrollo vital. En esta oposición de actitudes es importante que predomine el optimismo, dando mayor peso en nuestros interiores a la realización de esperanzas y a la superación de temores. Venciendo al negativismo y lo que dicen los profetas del desastre, el sentido de la vida mejora ya que el fatalismo lo elimina.
En el mundo es un hecho el problema negativo económico generado por la pandemia. Se trata de un fenómeno que afecta a todos los Estados. Si comparamos con el siglo pasado es muy lejano el temor a que se produzca una guerra como ocurrió en esa centuria. No hay recetas mágicas ni sistemas políticos perfectos que eliminen los problemas. Con una visión positiva que, si salió delante de crisis muy agudas, se encontrará caminos para este golpe económico. En nuestro país, habrá mejores elementos de juicio luego de las elecciones presidenciales del próximo mes. Ocurra lo que ocurra, no renunciemos al optimismo. (O)