No es usual que cuando un gobierno que está por dejar el poder sufra una salida casi masiva de quienes son sus más estrechos colaboradores: los Ministros de Estado.
A la lacónica frase “por motivos personales” acuden los ministros para justificar sus decisiones. Es lo que hizo Luis Gallegos quien, de forma intempestiva, ha dejado el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Gallegos se va en medio de una crisis diplomática de poca monta, pero crisis al fin, derivada de las expresiones inoportunas del presidente de Argentina, Alberto Fernández.
En una entrevista, Fernández aludió no ser Lenín Moreno, con la que respondió a la pregunta de que si rompería relaciones políticas con la vicepresidenta Cristina Fernández, quien la llevó al poder.
La alusión refiere al rompimiento de Moreno con su mentor político, el expresidente Rafael Correa, del que además fue su vicepresidente.
El gobierno de Ecuador de inmediato dispuso a su embajador para que presente al Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina una «enérgica protesta, ante tales declaraciones”, y hasta las consideró como «una inaceptable intervención en los asuntos internos de otro Estado».
Pero el presidente Lenín Moreno, de manera velada se metió en el asunto a través de su cuenta de Twitter, en la que hizo relación a una «gavilla de mafiosos internacionales que actúan sincronizado”.
El presidente argentino es de la misma línea política del expresidente Correa. Sabido es que entre quienes son de esta corriente ideológica se solidarizan entre sí, se victimizan, y hasta hacen pronunciamientos comunes.
Las relaciones entre Ecuador y Argentina no son de las mejores, tanto que el país austral no nombró un titular para la embajada en el nuestro, y dio alojo a una exministra sentenciada en el caso Sobornos.
A la dimisión de Luis Gallegos la precedieron las de los ministros Juan Carlos Zevallos y Patricio Pazmiño, y la del Secretario de Gabinete, Juan Sebastián Roldán. Cada uno fue duramente cuestionado. Optaron por la renuncia.
Moreno ha reacomodado funcionarios, una decisión que le permitirá cuando menos terminar su mandato y entregar el poder.