Y, finalmente, de un sólo toque, como solía gritar “el loco que ama”, el que aún es maestro insigne del drama, de cómo ganar dinero mal habido y un perito en cómo infringir los pecados capitales, mortales y veniales y todos los que nuestra imaginación pueda albergar, se cayó el telón de la mafia organizada y malhadada. Una mafia que venía marchitándose año tras año, durante catorce años, a causa de sus errores, robos, desaciertos y abusos. Demasiados abusos. Demasiadas muertes. Demasiados insultos. Hago hincapié en que fueron catorce y no diez años, como algunos afirman, pues el gobierno saliente fue una continuación parsimoniosa del anterior. Sin sabatinas belicosas, pero con enlaces ciudadanos colmados de disparates, como aquel en el que Moreno espetó que le importaba un bledo el país. Que alguien le avise que el karma regresa tarde o temprano. Y llega en el momento menos esperado.
Luego de escuchar los resultados oficiales de las elecciones del domingo en las que el hombre de bien ganó la partida de ajedrez al mentiroso de Pinocho Andrés, y al ver que nuestro nuevo presidente, su esposa, sus hijos y sus allegados se disponían a entonar el Himno Nacional, me envolvió una ola de profundo agradecimiento, civismo y patriotismo. Canté nuestro himno como nunca antes lo había cantado en mi época estudiantil, con la voz entrecortada, la mano en el pecho, secándome las lágrimas que no cesaban de manar, conmovida hasta los huesos con un escalofrío que recorría mi columna vertebral y se extendía por todo mi cuerpo. Qué momento maravilloso y pletórico. Qué sensación de liviandad, de paz, de fraternidad. Un recuerdo que permanecerá intacto en las gavetas de mi memoria. Hasta ahora me estremezco cuando lo menciono. La noche del 11 de abril estoy segura que todos, menos lo que votaron por el perdedor, pudimos dormir sin sobresaltos, en calma.
Lasso se comprometió con el país y necesita de cada uno de nosotros para dar un giro de 180 grados al presente y al futuro del Ecuador. Nos toca arrimar el hombro y sumar fuerzas y voluntades, como lo hacíamos cuando combatíamos a sol y a sombra al correato. El slogan de nuestro temerario “héroe nacional”, aquel que se enfrenta a tormentas y a huracanes, nos viene como anillo al dedo: “Adelante, Ecuador, Adelante”.
Recuperemos a nuestro país. Nos necesita. (O)