Quienes tratan de buscar un futuro mejor en otro país, aunque no haya vías legales para hacerlo, no entienden de aduanas, pero, el cierre de fronteras impuesto por la pandemia ha creado más problemas para la migración y causado crisis humanitarias como la que hay en la frontera colombo-panameña. En la última semana se ha informado de entre 10 mil y 15 mil personas represadas en Necoclí, primer punto de la travesía por el Darién, la peligrosa selva que separa a Colombia de Centroamérica.
En meses pasados solían cruzar unos 300 o 400 migrantes dos o tres días a la semana, pero desde hace días las lanchas, con capacidad para entre 50 y 60 pasajeros, hacen varios viajes en los que llevan diariamente a unos 800 migrantes cuatro o cinco días a la semana, que tienen la intención de llegar a México, Estados Unidos o Canadá.
Hasta 2016, la mayoría eran asiáticos o africanos, pero entre ese año y 2020 aumentó el número de cubanos y desde 2018 predominan los haitianos, muchos de ellos familias completas, incluidas embarazadas y bebés, procedentes de Chile y Brasil, donde residían hasta que la situación económica los hizo migrar de nuevo.
Es importante que las autoridades subsanen la situación porque «se supone que todo aquel que preste un servicio a un migrante irregular está cometiendo un delito». También considerar que, adicionalmente, los migrantes enfrentan además violaciones de sus derechos en la selva: desde robos y extorsiones a abusos sexuales, y al no haber números precisos sobre quienes la cruzan no se sabe tampoco cuántos se pierden en ella.
Los dos Gobiernos recordaron «la necesidad de coordinar el paso seguro», aunque la selva del Darién, sigue siendo una de las partes más peligrosas de la ruta migratoria americana. (O)