Memento mori

Ésta es sin lugar a dudas la única condición humana de la cual tenemos absoluta certeza, pero sobre la que, la mayoría de los seres humanos preferimos no hablar y en la generalidad de casos, se procura evitar a toda costa. Culturas enteras se han dedicado a rendirle culto, han basado sus rituales y hemos especulado sobre todo tipo de condiciones y espacios que se puedan generar después de que el cuerpo terrenal deja de latir y retorna al vientre de la madre tierra. Al final de cuentas, no existen evidencias absolutas más que interpretaciones, idearios o aspiraciones de lo que nos sucedería inmediatamente después de cerrar los ojos.

Más allá de lo que pueda ocurrir el segundo después de la despedida, deberíamos enfocarnos en lo que sucede entre las personas que quedamos con ese vacío generado por la partida, en unos casos prematura, en otros inesperada, pero siempre de efectos de quebranto que se despiertan y que al final de cuentas nos acompañarán hasta que nos llegue nuestro turno, sin importar que tan acentuados se presenten los sentimientos de quebranto ni la intensidad con la que se evidencien las emociones ni las demostraciones de afectos sobre quien hoy ya no nos acompaña.

La verdadera felicidad que debe florecer entre los que recordamos a un ser querido que partió, debe basarse en los ejemplos que recibimos, los únicos e inolvidables momentos acompañados, las grandes alegrías que pudimos compartir, pero por sobre todas las cosas, saber que esa persona hoy continúa viendo el mundo a través de nuestros ojos, convirtiéndonos en la verdadera herencia de su legado y ejemplo, claro está, sin dejar de lado la premisa de que la vida se sostiene por la muerte. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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