Disímiles son las interpretaciones dadas por el gobierno y los
dirigentes de la Conaie, protagonistas de una reunión para buscar puntos
de encuentro en torno a varios problemas. Sin embargo, los magros
resultados eran de esperarse.
La Conaie tiene su agenda propia, su programa de gobierno propio, y
pretendería imponerlos aun sin ejercer el poder.
El gobierno de Guillermo Lasso, elegido por voluntad popular, ha dado
cuerpo a sus propuestas de campaña con el proyecto de ley Creando
Oportunidades, devuelto sin ser debatido en el seno de la Asamblea
Nacional. Apenas, fue hojeado en el Consejo de Administración de la
Legislatura. La reacción a esta zancadilla legislativa aún está por
verse.
Lasso ha dicho más de una vez: no «congelará» el alza gradual del precio
de los combustibles, fundamentado en un decreto ejecutivo, cuya
derogatoria exige la Conaie y otras organizaciones sociales.
Esta es, quizás, «la madre de todas las demandas» expuestas por la
organización indígena. Un potencial combustible para un eventual
estallido social, al parecer ya programado.
Las demás peticiones, de una u otra forma son asequibles, moldeables, y
será cuestión de tiempo ponerlas a caminar. No es menos cierta el alza
del precio de los productos de primera necesidad, o los problemas de
comercialización reclamados por los sectores agrícolas y ganaderos.
Estos caminos contrapuestos no avizoran un horizonte de entendimiento.
Dirigentes indígenas, aupados por los de otros sectores, tienen en vilo
al país, cuya crisis económica y social requiere, para enfrentarla, de
sensatez, de entender la realidad, y de apelar a un diálogo
constructivo, pragmático, no impositivo, peor chantajista.
Ecuador, azolado por la crisis carcelaria, por una ola de violencia, de
continuos endeudamientos para reflotar, por las secuelas de la pandemia,
por un ejército de desocupados, por un Seguro Social al filo del shock,
por falta de medicinas, requiere de líderes dispuestos a ser parte de la
solución, no del problema, peor de atizarlos.
El país no está para enfrentar una disputa solapada de tronos, peor de
imposiciones, ni de división.