Montevideo, 6 nov (EFE).- Romper con el estereotipo de que los adolescentes son superficiales y conflictivos o demostrar que no sólo son ‘cracks’ quienes triunfan en una cancha son algunos de los propulsores de «Soñar Robots», el filme uruguayo que, además de provocar algún lagrimeo, invita a asomarse a la ventana del futuro.
Suele decirse que las apariencias engañan y, sin duda, la frase aplica a la cinta estrenada esta semana y que, pese a resultar a simple vista un documental sobre educación y robótica, trasciende esas etiquetas desde el primer minuto.
MÁS QUE ROBOTS
Como resalta en diálogo con su director, Pablo Casacuberta, si bien desde su título alude a los robots, el documental, cuya iniciativa surgió dos años atrás dentro del centro de artes y ciencias uruguayo Gen, trata de una historia más humana que artificial.
La idea inicial fue dar «unidad» a algo que aparecía como un «salpicado de noticias», ya que los logros de jóvenes uruguayos que practican programación o robótica salían en los medios sólo esporádicamente, pero integraban un proceso que tiene «una demografía gigantesca en Uruguay».
«En un país de 3,5 millones de habitantes, que haya 20.000 chiquilines vinculados a la programación en distintas dimensiones genera un cambio enorme que llega a los adultos en sus oleadas más tardías, pero, en realidad, hace mucho tiempo está generando otro tipo de joven», remarca.
Fue con la ayuda del Plan Ceibal, programa pionero en democratizar el acceso a las tecnologías para jóvenes de Uruguay, que el cineasta emprendió el camino hacia este documental de peculiar narrativa.
Ejemplo de ello, dice Casacuberta, es que los únicos protagonistas son los adolescentes, quienes se adueñan del relato y le dan un enfoque innovador que la música, como otro personaje, refuerza.
La banda sonora muestra también cómo la personalidad de cada joven es única pero forma parte de un fenómeno «coral» que integra ritmos del entorno rural de donde proceden los protagonistas, como la chamarrita o la milonga, con piezas orquestales clásicas.
LOS NUEVOS ‘CRACKS’
En 2017 y con 14 años, Lautaro Ferraro, oriundo de Migues, en Canelones (sur de Uruguay), se acercó a unos cursos de programación que comenzaron a impartirse y participó en un concurso.
Tres años después de la experiencia que llevó a que en 2018 su equipo fuera campeón nacional y ganara un viaje a Houston (Estados Unidos) para representar al país en el Mundial de Robótica, Ferraro tiene claro que aprender vale más que ganar.
«Siempre lo tomo por ahí porque, si bien en estos dos años y medio me han pasado las mejores cosas de mi vida, también cabe recalcar que no todo es fiesta, sino que tiene su momento de aprendizaje, de respeto, de estrés», reflexiona este joven que muestra su preferencia por una escena del filme.
«Hay una parte de la película que se hacen unos cánticos que vos decís: ‘¿esto es robótica? ¿estamos alentando a un cuadro de fútbol o a un equipo de robótica?’. Y ese es el momento que me dice que es este el camino», acota sobre un momento del Open de First Lego League, celebrado en Montevideo en 2019.
Esa emoción, empapada de orgullo, es para Casacuberta algo que el filme generará en todo espectador, ya que, dice, el foco no está en el armado de robots o las competencias, sino en «personas encontrando un camino y desarrollando una manera de relacionarse con el mundo» que redefinen el concepto de ‘crack’ asociado al fútbol.
«Mostrás chiquilines que son coreados por personas con pancartas por el hecho de estar pensando, no es solamente ser un ‘crack’ en la cancha, que es buenísimo», subraya.
UNA VENTANA AL FUTURO
Uruguay cuenta hoy con 5.300 kits de robótica distribuidos en 1.600 centros educativos, por lo que el presidente del Plan Ceibal, Leandro Folgar, ve la experiencia retratada por «Soñar Robots» como una «buena ventana» al «futuro cercano».
«Esos jóvenes seguramente estén cumpliendo otros desafíos asociados a sus aprendizajes en poco tiempo y, a su vez, inspirando a nuevas generaciones», apunta, y destaca la importancia del trabajo de los docentes que lo facilitan a diario, incluso en contextos rurales.
En tanto, Ferraro, que por su amor por la medicina elegirá esa carrera universitaria, no descarta aprender programación. Por ahora, quiere mantener la robótica como vía de escape o «psicólogo personal», ya que, cuando se siente «estresado», su pasatiempo favorito es soñar robots. EFE