El destape

El coronavirus ha demostrado su enorme poder al haber encerrado un muy elevado porcentaje de la población en sus casas para deleitar a algunos del hogar dulce hogar, desatar conflictos internos ante una convivencia forzada con familiares o sufrir un aburrimiento puertas adentro. El último feriado en nuestra ciudad nos mostró que se había producido un destape ante la enorme afluencia de turistas que coparon hoteles y pensiones y obligaron a hacer cola para entrar a restaurantes y disfrutar de la cuencanidad gastronómica en estas vacaciones. No exageramos que hubo un destape, parcialmente tapado con mascarillas, ante la libración del largo y forzado encierro.

Sin un triunfalismo contundente, parece que el malsano COVID 19 va perdiendo fuerza por culpa de las vacunas que por dictamen del presidente nos inundaron, aunque algunos crean que fue por arte de magia. Después de la tempestad viene la calma, en este caso acompañada de euforia por retornar a la normalidad y la resurrección de las actividades económicas y educativas presenciales que devolverá el alegre bullicio a los locales educativos, luego de un forzado silencio que se asemejaba al de los mausoleos.

De toda situación negativa podemos sacar lecciones positivas. Deberá transcurrir un tiempo para hacer una evaluación más realista de lo bueno, lo malo y lo feo de la pandemia; mientras tanto se pueden hacer unas pocas reflexiones. Nos vimos forzados a incorporarnos con más fuerza a la informática y adelantarnos al universo de la inteligencia artificial con beneficios como el mantenimiento de los procesos educativos dentro de casa y una serie de gestiones que sustituían las limitaciones de salir. De la alegría del destape hay que volver a una normalidad enriquecida. (O)

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