Deber del periodista es orientar a la opinión pública, esforzándose por llegar a la excelencia para estar a la altura de los hombres y de sus problemas, más aún en estos tiempos en donde los conflictos se han profundizado. En mi conciencia no hay periodismo independiente, imparcial ni objetivo, su actividad per se depende de algo o de alguien, se inclina a favor de la justicia y mira las cosas desde la subjetividad.
Todo medio informativo (no comunicativo, dialógico por excelencia) que se precise por neutral, apolítico, independiente, imparcial o algo parecido, siempre dará al interlocutor -en el caso de la prensa, al lector- una determinada orientación subjetiva. Y esta alineación encaminada, sea por quienes producen el texto o por los que la publican, no está exenta de influencias sociales, psicológicas, ideológicas, educativas, religiosas… contextos inherentes a cualquier persona.
De modo que la imparcialidad, la independencia y la objetividad -inclusive la verdad, tema para otro análisis- no dejan de ser más que justificativos eufemísticos para enmascarar la real definición de la honestidad en esta actividad, a la que el intelectual calificó como “el mejor oficio del mundo”. Por lo que se ve y oye en los medios tradicionales y, sobre todo en los digitales, hacia donde han migrado algunos clásicos del periodismo, es necesario repensar en el valor de la honestidad.
Todo comunicador social, más si es egresado de una academia -y valga un entre guion para demandar la reactivación de la defensa profesional- debe tener como Ley Suprema e inalienable la honestidad, es decir, valores de decencia, decoro, pudor, recato, probidad, justicia y razonamiento para respetarse a sí mismo y a los demás. Si se soslayan estas cualidades, no se podrá desempañar correctamente el oficio que admiraba García Márquez.
Los periodistas, si bien presionados por el sistema consumista, deben luchar con firmeza contra cualquier injerencia superior o por falsas solidaridades que no hacen más que confundir las acciones de los hombres y las instituciones, el compromiso debe ser con la aproximación a la verdad, a la libertad y a la justicia. Si han de recibir alabanzas y respaldos, ha de ser por el valor y la entereza de su trabajo en favor del bienestar de todos.
Deplorablemente la ciudadanía ha ido perdiendo confianza en esta profesión, cuando ve que algunos de sus agentes apuestan por fines mezquinos, personales o grupales, dirigiendo maquiavélicamente el instrumento informativo, particularmente del comentario. (O)