Estamos en una época difícil, pero de la cual debemos salir fortalecidos. En todos los órdenes de la vida, es un momento de grandes desafíos para abrir y generar espacios culturales de primer orden, la misión es seguir por el camino del esfuerzo acrisolado que define a Cuenca como la Ciudad con Alma.
Desde el pasado encontramos a gestores de la educación, que han dejado y dejan profundas lecciones de esfuerzo y creatividad, disciplina y entrega para la formación de las generaciones, aportando respuestas positivas para hacer de Cuenca una ciudad de carácter único por su don especial para la vida superior de las bellas artes y el elevado nivel de la creación musical con Luis Pauta Rodríguez, Rafael Sojos Jaramillo y, hasta hace muy poco tiempo, José Castellví Queralt, quienes son testimonio de altruista gestión.
Hoy pongo en relieve, en el primer orden que le corresponde a la música, porque con la poesía, el relato, la escultura y la pintura, el ingenio mayor de la mente humana para entrar en el espíritu infinito del Universo son las bellas artes que exaltan el don de la Vida, y porque motivan desde las sensaciones profundas del ser continuar la creación. Primero fue la palabra y el sonido del amor que con el destello de la luz nos iluminan al infinito, para vislumbrar la Idea suprema que vivifica la materia para su vibración cósmica.
Desde la sencillez de la trova, los microrrelatos, los trazos de colores y la armonía simétrica nos ponen en ese mundo especial de la estética. Allí veo al maestro José Castellví Queralt, que educó a generaciones de cuencanos en los colegios La Salle y Benigno Malo, en el Conservatorio de Música, en la Sinfónica y en la Universidad del Azuay, toda una vida, desde 1955 hasta sus últimos días en Paute, su paraíso.
Donde estuvo, dejó su huella de maestro ejemplar. (O)