Durante el año 2021 se evidenciaron los signos de una civilización mundial en decadencia, polarizada y en transición, situación que bien puede describirse con palabras de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
En efecto, la civilización planetaria llegó en medio de la pandemia a niveles alarmantes de acumulación y concentración de la riqueza, la polarización social extrema, un evidente agotamiento de la naturaleza, la exacerbación del cambio climático y el riesgo inminente de entrar en la senda irreversible del exterminio de la vida.
La descomposición de la civilización se hizo presente en todos los ámbitos de la vida social, lo que se percibe con angustia, temor, perplejidad, asombro, incomprensión, como el reino del caos y la incertidumbre a pesar de los grandes avances de la ciencia y la tecnología. Paradójicamente, se impuso la posverdad.
Pero también hemos vivido un año de polarización ideológica política: de un lado, regímenes neoliberales de corte neofascista, y de otro, la resistencia de los pueblos con estallidos sociales contra hegemónicos y antisistema, que hicieron que el péndulo político oscile más rápidamente entre gobiernos ideológicamente disímiles y se modifiquen los bloques geopolíticos.
Las democracias formales de cualquier signo político fueron incapaces de resolver las demandas sociales y ciudadanas que exigieron cambios estructurales, democracia real, respeto a la naturaleza, redistribución económica, equidad social y participación.
La transición hacia una nueva civilización mundial con cambios en los paradigmas de los modos de vivir, de relacionarnos entre los humanos y las demás especies vivientes, de nuestras aspiraciones de realización y felicidad humana personal, familiar y comunitaria, han sido presentados con mucho fundamento científico, ético y cultural por el Papa Francisco en sus encíclicas Laudato Sí y Fratelli Tutti, donde la demanda de la autenticidad es la base para toda transformación trascedente.
Si persiste la “normalidad” de la civilización actual, no hay futuro para la vida, pero si para la decadencia y sus monstruos. Seamos actores de la transición civilizatoria para rescatar nuestra casa común. (O)