Desde que el jueves último se inició la criminal invasión de Putin a Ucrania, me he mantenido pendiente de leer o escuchar declaraciones de nuestros “putines” criollos sobre los abusivos e inmotivados hechos de sangre, pero no he logrado oír ni un chis ni un mus sobre tan doloroso como execrable tema de quienes, como defensores a ultranza del muro de Berlín, de los “gulags” siberianos, de la hoz y el martillo en las cabeceras de la cama, de las elecciones amañadas, de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, etc., tienen la obligación moral, ideológica, de salir ante la opinión pública a dar explicaciones, si las hay, o a definir su posición, a favor o en contra del troglodita y artero ataque. Que conste que Maduro, Ortega y los mandamases iraníes ya han enviado “flores” a Putin, felicitándolo por su “valiente” decisión y “hacen la ola”, por vía virtual, cada vez que las tropas rusas, en batalla absolutamente desigual, destruyen o se toman un nuevo pueblo ucraniano. A propósito, ¿cuál será la posición del “innombrable” de Bélgica frente a la invasión del pueblo ucraniano, cuando él, que sabía perfectamente que el terrorismo colombiano tenía cuarteles en nuestro territorio, cuando lo del bombardeo de Angostura, sufrió un ataque agudo de “colerín”?
Y, asimismo, ¿Por qué los jefes de la nueva mayoría legislativa en la Asamblea no le dicen a los electores cual es el verdadero motivo para querer destituir a Llori y al CAL? Que señor que lo que queremos es bajar los impuestos, que haremos pacto hasta con el diablo, que nosotros somos los “incólumes”, los “transparentes”, los “inmaculados”. ¿Por qué no, en un acto de sanidad política, le dicen a la opinión pública que lo que quieren es acceder a la conducción de la Asamblea, conformar un nuevo Consejo de Participación Ciudadana y manejar las designaciones de Contralor, Procurador y autoridades electorales? Eso sería hasta elegante y acabaría de una vez con las expectativas ciudadanas sobre la “guerra” en la Asamblea, igual que sobre las confesiones de nuestros, hasta ahora escondidos, “putines” de cafetín. (O)