Desde hace varios días el mundo es testigo de la invasión armada de Rusia a su vecina Ucrania y las noticias hablan de un creciente número de muertos y de las desventuradas aventuras que tienen que seguir quienes, sobre todo mujeres y niños, dejan el país invadido huyendo de la destrucción masiva que se acrecienta en ese país. Para el nuestro, las matanzas ocurren a muy larga distancia y, aparte de gestiones diplomáticas y humanitarias que se pueden realizar para que un sorprendente número de ecuatorianos que vivían en Ucrania retornen a su patria y expresar nuestra solidaridad con el Estado invadido, nada podemos hacer para mitigar la matanza que se mantiene para vergüenza de los abusivos invasores.
La diferencia física y distancia con los agresores y víctimas de esta guerra y las enormes distancias culturales y políticas con los protagonistas, podrían llevarnos a pensar que esta tragedia en nada nos afecta; pero en lo económico hay consecuencias negativas debido al fuerte, para nosotros, comercio en bananos y camarones con el país agresor que, por su magnitud y alto nivel económico, difiere sustancialmente del pequeño y lejano Ecuador. Por razones humanitarias y la actitud de Estados Unidos y la Unión Europea debemos ser solidarios con los invadidos.
En términos generales podemos pensar que, debido al progreso, nuestro planeta se ha empequeñecido. La palabra que hace varios decenios acuñó el canadiense Marshal McLuhan:” aldea global”, que ha sido interpretado como una metáfora por muchos, parece que está dejando lo retórico e imaginario para convertirse en una realidad. Por supuesto que los enfrentamientos armados ocasionan enormes daños a los que se enfrentan, como tragedia a la víctima, Ucranias en este caso; pero el invasor sufre consecuencias morales y económicas debido al repudio de la mayor parte de Estados. No importa que físicamente “triunfe” debido a la desproporción, pero pasará a la historia como un “derrotado moral”.