A través de estas palabras va mi homenaje para los padres en su día, en especial, para todos aquellos que se adelantaron en el camino. A pesar de la distancia y del tiempo que nos separa, recuerdo con mucha ternura tus enseñanzas para creer en el ser supremo y en la naturaleza; para entender y perdonar a los seres humanos; para respetar lo ajeno y, sobre todo, para valorar que los momentos y bienes espirituales, complacen y regocijan más que los materiales. Me enseñaste a escoger mis amigos, a aquilatar y emular lo bueno de ellos, y alejarme de lo malo. A ser leal con mis compañeros, respetuoso con mis profesores y superiores; amable y cariñoso con mis familiares, responsable con mis obligaciones, puntual y cumplidor con mis compromisos. Recuerdo con entrañable cariño y admiración, los sanos ejemplos que nos transmitiste: fidelidad, honestidad, dignidad y solidaridad. Me enseñaste a abrir las alas para aprender a volar; gracias a Dios, nunca tuve una caída difícil, por eso estoy aquí con las alas intactas, surcando por un cielo límpido y transparente, ¡a pesar de la corrupción de mi País!
Me enseñaste a ser fuerte, a incorporarme de los tropiezos, pero, jamás a doblegarme; a tener autoestima, confianza, fe, a decir “yo sí puedo”, gracias a lo cual alcancé todas las metas que me propuse; sin duda, que los objetivos logrados son más valiosos cuando más esfuerzo y sacrificio nos cuesta. Me enseñaste a tener siempre abiertos los brazos y el corazón para la familia y el prójimo, a brindar sonrisas amplias y cariñosas, a ser solidario y a compartir lo poco o nada que se tenga. Me enseñaste tanto, que trato de hacer con mis hijos algo de lo que Tú hiciste por mí. Fuiste mi amigo leal, sincero y desinteresado, mi apoyo incondicional y mi guardián eterno. Por siempre me sentiré orgulloso de Ti, porque te comportaste como un padre bueno, abnegado y afectuoso; nunca olvidaré que hasta en los momentos más difíciles de tu enfermedad estabas pendiente de nosotros. No hay duda que tu amor y tu bondad, han hecho crecer y florecer la obra que sembraste. Te recuerdo cada momento con devoción, y siento que mi amor nunca se extinguirá. Gracias, mil gracias PADRE por haber hecho de tu hijo, un ser útil para la sociedad. (O)