No soy yo el que escribe estas letras, aunque ¡caramba! ya quisiera serlo. No, no soy yo la rara inteligencia y el corazón gigante que le dice a su ciudad:
“Permíteme escuchar el llanto de tus calles. Permíteme escuchar tu risa en los gorriones. Permíteme llorar contigo, sintiendo la brisa del río y leyendo el libro que me regaló el abuelo. Ciudad de memorias. Ciudad de personas, ciudad de sonrisas.”
No, no soy yo el autor de estas frases enamoradas de su tierra, es una mujer, una rara belleza, espigada, nostálgica y revolucionaria la que escribe:
“Que orgullo ser tuya y saber que eres mía. Permíteme sincerarme contigo, permíteme hablarte con sonrisas, permíteme recordar nuestras mejores anécdotas. Días de risas, que cierran con tardes de nostalgia, recordando lo pasado, recordando las alegrías.
Ciudad de cielo rojo en la mañana mientras la madre arregla al niño para la escuela; cielo azul durante el día, mientras el niño juega, mientras ríe… cielo negro en la noche para que el niño duerma alumbrado por las estrellas.”
Es Sofía, la irrepetible Sofia Ugalde la que le canta a su tierra cuando le dice:
“Historias compartidas que solo tu y yo sabemos, anécdotas que solo tu y yo conocemos, risas y llantos que nadie más ha visto, la complicidad que solo tu y o tenemos. Noches de luces que realzan tu belleza, a ti no hay que maquillarte, eres perfecta como eres. Ciudad de corona verde, con historia, con memoria, ciudad de techos rojos, quien pudiera llamarte suya… ¡que afortunados somos los cuencanos!
La historia que compartes, la que das, la que tienes, la historia que los tuyos contarán algún día. Ciudad que tiene un legado, ciudad que deja una huella. Orgullosos lo cuencanos, que llevamos tu comida, tu cultura, tus historias, de pueblo en pueblo, de mente en mente. Amarillo y rojo, colores de orgullo, colores de honor, colores con los que vistes el tres de noviembre. Gracias por cada concejo, gracias por cada historia… ¡Que afortunados somos los cuencanos!”
No, no soy yo el autor de estas letras, es mi hija, mi pequeña poetisa, mi gran amor, mi cuencana… (O)