Hace 80 años se lanzaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, y como cada agosto, revivimos el punto más bajo al que llegó la combinación de ciencia brillante y ética ausente. Porque se necesitó una inteligencia descomunal para construir la bomba atómica, pero una humanidad raquítica para decidir lanzarla. Y al final, ¿aprendimos algo? …


