El imaginario social, para Lakoff, se construye desde estructuras discursivas; pues el lenguaje, más allá del minimalismo descriptivo, emerge como fuerza constitutiva de la realidad; en tanto que la opinión pública, en términos de Aira, surge, no de la suma lineal de opiniones individuales, sino, más bien de la intersección de los debates públicos y la interacción social.
En un contexto de transformación constante de las relaciones e identidades que se construyen, intersecan y deconstruyen de manera dinámica el imaginario se fragmenta condicionado por discursos y narrativas que se traducen en una opinión pública volátil y altamente condicionada por coyunturas y narrativas que configuran el concepto de modernidad líquida de Baumann o de la hiperrealidad de Baudrillard.
Complejo callejón que pretendo recorrer para plantear un análisis más integro o integrador, de las movilizaciones, protestas y propuestas que motivan al Alcalde de Cuenca para anunciar la derogatoria de una ordenanza más efímera que la motivación de alguien que empieza el gimnasio en enero.
Pregunto, me pregunto, preguntas retóricas quizá, pero preguntas en fin; si la ordenanza es buena ¿por qué la derogan?, si es mala ¿por qué la aprobaron?, si el tema era socialización, ¿por qué no socializaron?, si lo hicieron ¿dónde, cómo y con quién lo hicieron?; y, finalmente ¿quién le dijo al Alcalde de la ciudad que esto se arregla entregando el mango de la agenda?
¿Cuál es la narrativa? Y, en consecuencia ¿cuál el imaginario resultante?
Si entendemos el imaginario social, como el capital simbólico, definido por Bourdieu, entonces la narrativa emerge como base de construcción de las relaciones de poder que legitiman los liderazgos y sus representaciones; perspectiva desde la cual me vuelvo a preguntar ¿cuál es la narrativa resultante de este “va de retro”? (O)