Cuando presidente, López Obrador lanzó la idea de que la designación de los jueces en México se haga a través de votación popular, con lo cual México se convertiría en el primero y único país en el mundo en aplicar tal mecanismo para la designación de magistrados, jueces federales y estatales. La presidenta Sheinbaum, reemplazo de López y miembro prominente de su mismo partido, puso en marcha el proyecto y lo sometió a consulta popular hace pocos días. El gobierno hacía cálculos, según los cuales, y tomando en cuenta las cifras históricas de ausentismo electoral, se acercaría a las urnas electorales alrededor del 20% de los votantes, lamentablemente no se cumplieron, para nada, las expectativas oficialistas y solamente se obtuvo el pronunciamiento, si bien a favor de la tesis gubernamental, pero apenas con el apoyo de un 11% del total de electores.
Más allá del fracaso electoral de la tesis oficialista, desde que fue lanzada no han parado las observaciones, los reparos y las críticas a la misma. La idea de lograr jueces capaces, probos y, sobre todo honestos, mediante votación popular, lució siempre como una empresa llena de riesgos e incertidumbres. Partiendo desde quienes eran los que iban a participar en la contienda, sus antecedentes, sus auspiciantes, el financiamiento de sus campañas, etc, etc. No muy lejos de México, aquí en plena mitad del mundo nomás, hemos asistido pasmados al famoso “affaire” de la “liga azul”, donde un grupo de pelafustanes, cada uno de ellos hasta con su propio “alias”, auspiciados abiertamente por la secta política que sabemos, lo cual estaba taxativamente prohibido por la ley, intentaron llevarse “en andas” el Consejo de Participación Ciudadana, con todo y atribuciones.
Si lo que ocurrió con estos consejeros-jueces, elegidos por una votación popular trucha, no ha servido de ejemplo al gobierno mejicano, pues entonces se está cumpliendo aquel viejo dicho de que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Y claro, ya aparecieron, en la campaña mismo, unos candidatos a jueces con unas hojas de vida más apropiadas para la “cosa nostra” que para un estrado judicial ¡Alguien anda jugando con fuego! (O)