El sentido unitario de las colectividades se sustenta en el respeto muto y en la aceptación conjunta. En el Ecuador el tema de la diversidad se ha ido afianzando paulatinamente en las últimas décadas, ante la exigencia de la visibilización de los actores sociales, antes que por una apertura expresa del Estado.
En la toma de conciencia por el reconocimiento de nuestra heterogeneidad étnica se han identificado varios factores favorables que conducen a la armonización social. Desde luego, esto no ha estado exento de conflictos y rupturas. De desavenencias y desacuerdos. De un ambiente tenso que raya en la intolerancia y el racismo de doble vía. Pero, desde la perspectiva evolutiva humana, hay que destacar la apropiación del asunto tratado en la sociedad contemporánea. Tal interés se cimenta en la coexistencia pragmática de diversas culturas que reflejan una comunidad privilegiada, cuya esencia histórica radica en su potencial multiplicidad identitaria.
A lo que se agregan preceptos legales que de manera inclusiva le dan a la nación una configuración multiétnica y plurinacional, como consecuencia de una larga lucha de los sectores emergentes del país, por reivindicar su vital existencia. Si bien, es importante la validación jurídica, lo esencial es la reafirmación social, respecto de su sentido diverso. Las comunidades deben construir su futuro, contando para el efecto con elementos dinamizadores indisolubles en la constatación de la búsqueda de objetivos comunes. Y, paralelamente, deben crear condiciones que erradiquen las asimetrías socio-económicas, reproducidas en la pobreza y marginalidad.
En el Ecuador se asume una realidad racial múltiple, en donde cohabitamos: mestizos, indígenas, negros y montubios. Más allá del aspecto cuantitativo, se impone la valoración de cada segmento étnico, que va acompañado de particularidades territoriales, ambientales, antropológicas, etc. El reto mancomunado es propiciar condiciones idóneas que concluyan en una relación intercultural, para lo cual es necesario superar prejuicios y miramientos reduccionistas, sintiéndonos orgullosos de nuestras raíces y aceptando las diversidades, en medio de las contradicciones y los consensos, de las diferencias y anhelos similares. (O)