Stefan Zweig nos dejó un libro profundo sobre los momentos estelares de las sociedades, hoy vemos la necesidad de encontramos a nosotros mismos en la cotidianidad de la existencia que compartimos con los demás en una aproximación al valor personal en el mundo auténtico de las realidades cotidianas y lo que es más importante para la realización de nuestros proyectos cercanos y propios.
Hace más cincuenta años formé ese mi mundo con mi mujer y dimos origen a nuestra familia y que, con los círculos cercanos de hermanos, primos, sobrinos y más relaciones que se construyen en el espacio próximo de la cercanía familiar que con el paso del tiempo se ha formado con todos los seres queridos.
Hoy quiero hablar de una persona de singulares méritos como es Emma Eugenia Córdova Álvarez.
Me llega muy de cerca su sentimiento de humana proyección con todos los avatares que supo superar y muy en especial disfrutar en el entorno de su marido don Pepito Córdova Cordero y los doce hijos que procrearon en el infinito amor de los días y los sueños compartidos.
Una familia, una gran familia bendecida por el amor, las realizaciones y los problemas que a todos nos alertan del destino que debemos un momento dado saberlo comprender para seguir haciendo de la vida la mayor bendición que Dios nos concede.
Maestra de generaciones a las que educó y más aún formó con su sabiduría, ejemplo y entrega, cultivando la rectitud que se deben ofrecer y realizar con la generosidad de la verdadera solidaridad.
Cada jueves nos reunía a toda la familia y cada navidad congregaba lo mejor de la vida y de esperanza, con los villancicos y las oraciones por la felicidad de cada uno, sabiendo y valorando lo sagrado del significado luminoso de ser Madre. (O)