En un podcast reciente, Natalie Dawson dijo que nuestro calendario es el reflejo y la representación de lo que consideramos importante.  Habló de nuestro calendario, no de nuestras intenciones, o deseos.  Porque lo queramos o no, lo que aparece ahí es lo que verdaderamente elegimos; no lo que decimos que nos importa, sino lo que realmente priorizamos.

Laura Vanderkam, conocida por estudiar cómo la gente utiliza su tiempo, comenta “No compito con tu falta de tiempo, compito con tus prioridades.” Entonces no se trata de no tener horas; sino de cómo las distribuimos.

Diciembre, con su ritmo particular, amplifica esta verdad. Entre comidas, reuniones, agasajos, ferias, mercaditos, coros y novenas, entramos en modo turbo, o a veces se siente así. Y tal vez no hay mejor momento para entender qué es lo que verdaderamente priorizamos, porque el tiempo no aparece, se asigna; y si no reservamos espacio para lo esencial, lo superfluo lo va a ocupar, porque así funciona la vida, lo urgente siempre devora lo importante.

Revisemos si estamos dedicando tiempo a lo que de verdad sostiene nuestra vida, proyectos, espacios personales y dentro de ello con particular importancia a las personas, sobre todo esas que siempre están y tal vez no valoramos lo suficiente, no las que nos hacen ver mejor, o nos ayudan a escalar en la competencia invisible del dinero, poder o prestigio, esas no, porque si caemos serán las primeras en salir de nuestras vidas.  Las otras, las incondicionales, las que a pesar de nuestros defectos nos aceptan, las que no se impresionan por lo que tenemos, sino por lo que somos, y aun así nos quieren.

Que este cierre del año no sea una invitación a hacer más, sino a agendar mejor nuestro tiempo. Después de todo, el calendario no miente. (O)                        

@ceciliaugalde