El Ecuador macondiano  

Como si aún viviéramos en el siglo XIX o a mediados del XX, los neonatos que mueren en los hospitales públicos son entregados a sus padres en cartones.

Verán sus progenitores cómo los sepultan. El desdén puede ser mayor sin son parte de etnias que, con el hambre y parásitos a cuestas, sobreviven lejos muy lejos de las grandes ciudades. Aquí todo parece oler bien.

Pero en esos hospitales, también los médicos claman por donaciones de guantes estériles para tratar de salvar la vida de la niñez internada en sus salas de neonatología.

En el país, como si aún no fuera descubierto, lo inverosímil sigue ocurriendo. Los políticos no nacen con colas de cerdo, pero sí con rabos de paja, con uñas y lenguas largas. Otros y otras, para tapar su virginal sinvergüencería duermen con trajes encuerados. Muchos otros más, hagan lo que hagan, digan lo que digan, amanecen con ansias de querer elevarse al cielo creyéndose inmaculados.

Cómo no sobrecogerse si mientras la inteligencia artificial ya desplaza a la inteligencia humana, en cierto cantón el otorgamiento de un crédito para construir un mercado, necesario por cierto, es motivo de una singular sesión edilicia; y la aprobación despierta un júbilo similar al sentido por quien descubrió la pirotecnia; o que, tras más de un siglo de espera, el asfalto de cuatro kilómetros de una vía parroquial genera tanta alegría en su gente que, con pitos, danzas y aplausos, eleva a los altares de la vanidad a sus benefactores. Estos, asimismo, no salen de su asombro, similar al de la mosca que de entrometida llegó a la luna con la misión espacial Apolo 11.

Qué mágico nuestro paisito, donde el presidente anochece en la capital y amanece en Oslo; mira la salida del sol en Arabia y corre a verlo ocultarse donde está la sede de la que considera que es su otra molinera; se reúne con un par vecino, ni bien lo despide y ya se embarca quien sabe a dónde para, en goce de vacaciones, cruzar las piernas cansadas de tanto caminar o de tanto descansar.

Cómo no va ser mágico si otro presidente (ex), condenado a la cárcel, en donde radica, el pobre sufre de insomnio eterno, de delirios entintados; mata el tiempo diseccionando su conciencia y enviando miles de carajos tanto a sus enemigos vivibles e invisibles como a su feligresía.

Ya se oye que unos alcaldes mágicos ofrecen repatriar desde los cielos la Estrella de Belén, desenterrar los panolinis del Niñito, y traer los Diez Mandamientos con los cuales harán campaña pregonando su origen divino para seguir teniendo segundas oportunidades sobre la tierra. (O)

Lcdo. Jorge Durán

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio
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