Oslo fue el lugar del mundo que propició una huida peligrosa de María Corina Machado, quien desde algún punto de Venezuela se trasladó a Curazao, en una precaria lancha de madera, para abordar un vuelo a Noruega y llegar al país nórdico a recibir el Premio Nobel de la Paz.
Es inadmisible que semejante aventura se haya logrado desde un país latinoamericano que debió gozar de un gobierno democrático, puesto que Edmundo González Urrutia ganó formalmente las elecciones en Venezuela, pero Nicolás Maduro no permitió el cambio de gobierno por la vía democrática y se mantuvo en la silla presidencial del Palacio de Miraflores, declarándose dictador del gran país del Orinoco. Bajo la presión dictatorial de Nicolás Maduro, la acreedora al Nobel de La Paz, no pudo viajar por las rutas normales hasta Oslo.
Trece horas más tarde de la hora prevista por la Institución Nobel, arribó María Corina Machado, al tiempo que su hija ya había leído el discurso y recibido la medalla correspondiente que le conferían a su madre. Increíble esta hazaña, en este mundo del S. XXI supuestamente libre, en el que la presión dictatorial ejerció su rechazo para impedir la recepción de este premio.
Inadmisible, censurable desde todo punto de vista, situación que la contempló el mundo entero. ¡Es hora de exigir libertad para un país que otrora fuera democrático y con una economía petrolera poderosa y que ahora ocho millones de venezolanos han debido abandonar su patria acosados y acorralados por el dictador! ¡Qué el premio Nobel de la Paz entregado a una venezolana abra caminos para que Venezuela recupere su paz y su libertad y el tirano dictador esté donde debe estar, en el presidio! (O)






