Ella no pudo estar, pero el discurso de su hija no pudo ser mejor, la joven apeló únicamente a la verdad, la que resultó insoportable para los abanderados de la postura conveniente, de la ideología que recibieron como herencia, la imagen de una supuesta moralidad cantada a los cuatro vientos por décadas, la que se sostiene en la mentira de la lucha en contra de la pobreza y la solidaridad. Pero ella estuvo. Seguro que muchos ni se imaginaron y seguramente hasta rogaron para que no llegue, en pocas horas arribó, mejor así, el universo sabrá por qué, o quizá para que la juventud fuera la que dijera lo que había que decir, con la serenidad, claridad, la certeza, el aplomo y el acierto, -esos sí traídos en los genes-, porque era necesario que el mundo entienda de una vez. Entonces apareció el silencio de unos y los tan cacareados “sin comentarios” de otros. Personajes públicos, políticos y medios se callaron o mejor dicho enmudecieron, se quedaron en “mutis” envueltos en esa mudez que es una postura, porque el que calla otorga, no obstante, todos sabemos a quién otorgan o de quiénes son cómplices. Más nosotros sabemos de memoria, el discurso parecía una radiografía de un pasado cercano, del que nos salvamos gracias a la providencia divina, hasta hoy. Dónde están las mujeres, dónde la famosa “sororidad”, dónde una palabra para elogiar a una mujer completa, que lo único que ha hecho es ser valiente y capaz. La que ha combatido con uñas y dientes al poder nefasto de una dictadura de terror, porque esa realidad la hemos visto en vivo y en directo, cuando vamos por las calles y es uno de sus coterráneos los que nos pide ayuda por Dios. ¿Dónde están las otras mujeres? Ojalá las niñas de este tiempo pudieran decir: De grande quiero ser como esa MUJER, así con mayúsculas. (O)







