
Padres cargaban a sus hijos en hombros, espaldas y brazos. Abuelos alzaban la voz con firmeza para expresar su descontento. Niños y jóvenes caminaban con entusiasmo en defensa de su ciudad. Todos juntos dieron forma a ese “quinto río” de Cuenca que surge en los momentos decisivos de su historia, como el de ayer, para exigir respeto al agua y rechazar la minería.
Las familias cuencanas, los azuayos y delegaciones de distintas partes del país se congregaron en la Plaza de San Roque, en las proximidades del río Tomebamba. Desde allí, partió una marcha multitudinaria, sin precedentes, con una sola consigna que retumbó por las calles: ¡Kimsacocha no se toca!
Protagonistas de la marcha
El día amaneció con una llovizna ligera que pareció cobijar a los protagonistas de la protesta. Muchos lo interpretaban como una señal, un recordatorio que no había nada más importante que defender el agua.
Entre la multitud, un pequeño vehículo tipo “gusanito” captó la atención de los asistentes. En su interior viajaba Darío Coyago, de 53 años, junto a sus seis nietos disfrazados de personajes de la naturaleza: una vaca, un lobo, aves y otros seres del campo.

La familia fue aplaudida por su creatividad para manifestar su oposición al extractivismo. A bordo de su vehículo, recorrieron gran parte del trayecto, aunque en algunos tramos enfrentaron dificultades por la aglomeración de personas.
También, un automóvil clásico Ford del año de 1928 llamó la atención durante la marcha. Su propietario, Patricio Ríos, de 71 años, contó que era la primera vez que lo llevaba en una protesta, pues normalmente lo alquila para bodas y otros eventos.
El vehículo avanzaba con cautela para evitar accidentes, mientras los manifestantes aprovechaban para tomarse fotografías con banderas y pancartas antimineras, usando al auto clásico como fondo para la imagen.

Camino al Centro Histórico, Verónica Gutama, de 30 años, empujaba el cochecito de su hijo Teo, de apenas 3 añitos. El pequeño observaba con atención a los manifestantes e intentaba repetir las consignas en defensa del agua.
La mujer llegó desde Ricaurte para cumplir el anhelo de su hijo de participar en la marcha. El menor vestía un poncho oscuro, similar al que usan los guardianes de los páramos para arroparse del frío.

Expresiones artísticas
A lo largo de la marcha se hicieron evidentes múltiples expresiones artísticas. Los jóvenes, en grupo o de manera individual, entonaron cánticos, danzaron y desplegaron su creatividad en el diseño de trajes inspirados en los elementos del páramo y la naturaleza.
Víctor Hugo Torres, agricultor y gestor cultural, llegó desde Azogues en un bus para participar del acto luciendo un traje muy particular. Utilizó sacos para confeccionar su atuendo y cubrió su cuerpo de lodo, simbolizando a la tierra.
Con la mirada perdida en el horizonte, abrió los brazos para expresar un profundo sentimiento de tristeza. Víctor Hugo, de 30 años, explicó que su intención era reflejar lo que la “Madre Tierra” experimenta cuando es dañada por la acción del hombre.
La población se dirigía hacia la Plaza de San Francisco para terminar la marcha. Entre ellos, Fredy Cajamarca, diseñador gráfico y miembro de la Federación de Artesanos, lucía un traje inspirado en los pajonales del páramo y en los efectos que la minería podría causar en Kimsacocha.

La paja, donada por exportadora Paredes, cubría incluso su rostro. Comentó que su intención fue mostrar que el páramo no es compatible con el extractivismo.
La marcha se extendió por más de seis horas, paralizando la ciudad y consolidándose como un referente en la defensa y protección de las fuentes hídricas. Los cuencanos y todos los participantes demostraron que están dispuestos a hacer lo necesario para cuidar el agua. (I)
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