En el tradicional barrio El Vergel, al sur de la ciudad de Cuenca, se esconde un secreto entre paredes: un estrecho callejón de apenas un metro de ancho. A simple vista parece un pasadizo cualquiera, pero su piso adoquinado guarda la historia de una familia que creció en ambos lados del camino.
Al ingresar, aparecen viviendas de dos y tres pisos, con balcones de madera colmados de masetas y plantas de distintos colores. Las puertas y ventanas están protegidas con rejas metálicas y candados: una medida necesaria para evitar robos al ser un paso público en el trayecto entre los talleres de herreros y las cafeterías con el parque del barrio.
Desde uno de los balcones, Rosa Picón, de 78 años, observa atenta a quienes cruzan el callejón, tratando de adivinar sus intenciones. Cuenta que este pasadizo existe desde hace más de 90 años, aunque todavía son pocos los que saben de su existencia.
En las noches, caminar por el callejón resulta placentero. Las tres luminarias colocadas en el pasillo realzan la variedad de tonalidades de las casas y cada uno de sus detalles.
María Picón, de 68 años, reconoce el potencial turístico de este rincón de El Vergel y sabe que el pasadizo podría convertirse en un atractivo más de la ciudad. Sin embargo, confiesa que también hay temor de que alguna iniciativa para promocionarlo altere la tranquilidad de la familia porque empezaría a llegar gente de otros sitios con buenas y malas intenciones.
Pero los callejones no solo son exclusivos de El Vergel. En el Centro Histórico también existen varios pasajes, muchos de ellos con fines comerciales y religiosos que llaman la atención de quienes caminan por sus calles.
Uno de estos callejones se encuentra frente a la Plaza Cívica 9 de Octubre: es el Pasaje Maldonado que conecta con la Plaza Rotary. Este lugar dejó atrás su fama de espacio inseguro para convertirse en un sitio de comercio y de expresión cultural.
En una de las paredes del callejón se pintaron murales que recuerdan a personajes de la antigua Cuenca, incluso escenas de cómo eran antes los buses de transporte urbano. Allí trabaja Isabel Jiménez, quien atiende una zapatería que abre todos los días para recibir a sus clientes.
Isabel recuerda que el callejón empezó a tomar forma a inicios del año 2000 para aprovechar mejor este espacio. Con el tiempo, fue rehabilitado y hoy se presenta como un atractivo más dentro de la nueva oferta turística de la ciudad.
En el corazón del Centro Histórico se encuentra la calle Santa Ana, un pasaje que conecta las calles Benigno Malo y Padre Aguirre. Por allí transitan a diario miles de personas, quienes gustan de este atractivo ubicado entre la Catedral de la Inmaculada Concepción y el Seminario San Luis.
En el lado que da a la fachada de la Catedral se levanta una escultura de Santa Ana, obra del maestro César Sinchi, oriundo de la parroquia Sinincay. Con el paso del tiempo, este rincón se ha ido llenando de negocios que atraen a cuencanos como a visitantes.
El lugar lo administra la Arquidiócesis de Cuenca. Nataly Vásquez, coordinadora de Turismo y Cultura de la Curia, resalta el valor histórico de la calle Santa Ana, bien que se reabrió al público en 2017 tras muchos años de permanecer cerrado.
La ciudad tiene varios callejones, unos más amplios que otros. Todos guardan un fragmento particular de la historia de la urbe. -(I)
- Alrededor de 150 metros de longitud tiene el callejón del barrio El Vergel.
- En el sector de la 9 de Octubre hay al menos cuatro callejones que son utilizados con fines comerciales.
- La calle Santa Ana es uno de los espacios más visitados por los cuencanos y los extranjeros. Mide más de 100 metros de longitud.
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