Si un Estado se desentiende de la salud de sus habitantes raya en la crueldad. Nada lo justifica.
Si hay un Ministerio como el de Salud Pública, cuyo titular es cambiado cada dos, tres o cinco meses, carente de planificación, de establecer prioridades, de ejecutar su presupuesto, aunque sea escaso, de mano dura y compromiso ético para poner en estaca a las mafias enquistadas en el sector y en compadrazgo con proveedores, debe cambiárselo de nombre.
Este lunes, medios digitales cuya credibilidad es indiscutible en medio de una inusitada eclosión de tantos otros, informan sobre la compra, por parte del MSP, de lubricantes íntimos por $2,2 millones, con el pretexto de evitar contagios sexuales. Un problema de salud pública, por su puesto; pero no por eso debe descuidarse lo prioritario.
Increíble sí, mientras para los pacientes que van a los hospitales no hay ni siquiera pastillas para controlar su hipertensión.
En otros casos deben comprar los medicamentos recetados.
A los hospitales públicos, por lo general acuden personas de escasos recursos económicos, no tienen la seguridad social, también cundida de problemas e iguales desatenciones, peor un seguro médico particular.
Debe ser indignante, humillante para ellas salir con las manos vacías, atendidos ni a medias, y sin esperanza.
El desabastecimiento de fármacos en las casas de salud es evidente. Lo dicen los veedores, sobre todo, reiteramos, los pacientes, reiteramos los pobres del Ecuador, la gran mayoría.
No llega el presupuesto para comprar medicamentos, y si llega se enreda en tanta tramitología y en la guerra entre empresas proveedoras, creadas en un solo día, con capitales irrisorios, con lazos familiares entre sí.
Primero la salud pública, presidente Daniel Noboa. Apersónese del asunto. Algo anda mal allí. Todo mismo. Los ministros del ramo no parecen “dar pie con bola”. Por eso renuncian; ya mismo el nombrado hace dos semanas.