El país vuelve a hablar de una Asamblea Constituyente. Han pasado apenas 17 años desde Montecristi, y el debate retorna con fuerza. Fernando Vega, exasambleísta constituyente y presidente de la Comisión de Justicia en 2008, analiza el momento político actual y advierte sobre los riesgos de reiniciar el proceso sin una visión nacional definida.
“No se agotó la Constitución, se agotó la política”
– Han pasado solo 17 años desde la Constitución de Montecristi. ¿Qué significa que ya se proponga una nueva? ¿Se agotó el texto o el modelo político que debía sostenerlo?
Lo que se agotó no fue la Constitución, sino la política y los políticos. Si la carta magna hubiera sido aplicada por un gobernante democrático y sensato, sus bondades habrían dado fruto. Pero se usaron sus vacíos para concentrar el poder en el Ejecutivo. Hoy (Daniel) Noboa controla todos los poderes del Estado con una fuerza igual o superior a la de (Rafael) Correa. La crisis actual no proviene del texto, sino de la forma en que se ha gobernado el país desde 2014.
“La Constitución de 2008 recogió lo más avanzado en derechos”
Usted presidió la comisión que trató los temas de justicia y derechos. ¿Los problemas actuales provienen de fallas en la Constitución o del incumplimiento de sus mandatos?
La Constitución recogió lo más avanzado en derechos internacionales, como el debido proceso. Eso es lo que incomoda hoy al presidente Noboa, que busca eliminar esas garantías con el pretexto de la lucha contra el crimen. Pretende una Constitución permisiva que justifique la persecución, el espionaje y la militarización interna. Lo mismo ocurre con el extractivismo: le incomodan las restricciones que protegen los recursos naturales frente a las transnacionales mineras. Lo que se busca es abrir el país a esos intereses.
“El texto es un poema, pero su ejecución fue nefasta”
– Algunos sostienen que la Constitución de 2008 fue de avanzada, otros que concentró poder en la Presidencia. ¿Cómo evalúa esa tensión?
El texto es un poema, pero su ejecución fue nefasta. No se trata del contenido, sino de cómo se aplicó. El Consejo de Participación, por ejemplo, debió promover ciudadanía, no convertirse en botín político. La corrupción posterior no es culpa de la Constitución, sino de quienes la ejecutaron. Como digo siempre: si se da una partitura de Tchaikovsky a malos músicos, no se puede culpar al compositor.
“Sin un proyecto nacional claro, una Constituyente sería un caos”
– ¿Qué riesgos ve en convocar una nueva Asamblea Constituyente sin un proyecto nacional claro?
En este momento no existen sujetos políticos capaces de liderar una Constituyente seria. Los partidos están liquidados o son empresas personales. Con el método de D’Hondt, esa asamblea sería un reflejo de la actual: improvisación, sometimiento y negociación por debajo de la mesa. Además, el gobierno usa la idea como parte de su campaña electoral. No hay claridad ni objetivos; solo cálculo político.
“Hoy prevalece la desorientación ciudadana”
– En 2008 hubo movilización y esperanza. ¿Percibe hoy ese mismo espíritu ciudadano?

No. Hoy prevalece la desorientación. Muchos repiten: “mejor hacer algo que no hacer nada”, aunque no sepan qué se hace. Y eso es peligroso. Una Constituyente dominada por el correísmo y el noboísmo no generará consensos, sino más polarización o un pacto oscuro para refundir al país.
“Fortalecer la justicia y proteger la naturaleza, no retroceder en derechos”
– ¿Qué temas deberían revisarse y cuáles deben mantenerse como conquistas históricas?
Hay que eliminar las “novelerías” como los cinco poderes del Estado y volver a tres, pero con criterios claros para designar autoridades de control. Debemos fortalecer la independencia judicial y avanzar en los derechos de la naturaleza: prohibir la minería en páramos y reservas. Lo que no se puede es retroceder en garantías fundamentales ni en la protección ambiental.
“No se busca renovar instituciones, sino reconfigurar el poder político”
¿Esta iniciativa busca una renovación institucional o una reconfiguración del poder político?
Claramente lo segundo. Si se impone la minería en Quimsacocha y en todos los páramos del Cajas, los cuencanos deberíamos sublevarnos. Noboa actúa con soberbia, alimentando resentimientos y divisiones. No se puede gobernar desde la violencia ni con desprecio hacia los pueblos indígenas.
“Empezar una nueva Constitución sería un caos jurídico”

– ¿Qué implicaciones tendría comenzar de nuevo una Constitución?
Sería un caos jurídico. Habría que reformular todas las leyes, y eso tomaría años. Ni siquiera se ha terminado de implementar la de 2008. No se ha cumplido, por ejemplo, el derecho a la consulta libre e informada. ¿Por qué no hacerlo primero? Porque a los gobiernos no les conviene: prefieren contratos mineros antes que participación ciudadana.
“Sin educación ni ética, no hay democracia posible”
– ¿Qué condiciones deberían existir para una Constituyente legítima y representativa?
Primero, un gran debate nacional sobre el modelo de desarrollo que queremos. Este país se sostiene por su gente trabajadora, no por sus élites. Tenemos riqueza agrícola, cultural y turística, pero no una visión común. Sin una ciudadanía educada, informada y consciente, no hay democracia posible.
“Lo que necesitamos no es una nueva Constitución, sino una nueva ética política”
– ¿Necesitamos una nueva Constitución o una nueva ética política?
Lo que necesitamos es ética y educación. Que la ciudadanía elija representantes honestos, no improvisados. Habrá momento para una Constituyente, pero hoy no lo es. En este contexto, sería peligrosísima. (I)











