A esta altura de la pandemia, señalar responsables resulta inoficioso. No resuelve nada. Los muertos no revivirán. En su momento, la historia se encargará de marcar con su indeleble tinta a los culpables.
Hasta tanto, hagamos de esta la hora en que podamos entender con Goetthe: “que a pesar de todos los reveses, la vida es demasiado bella”, de agradecer por su irrepetible milagro y quizá, que nos acerquemos en puntillas al texto del Padre Nuestro en su traducción del Arameo al español y que permitamos que sus aguas profundas nos aneguen:
“Padre-Madre, Respiración de la Vida ¡Fuente del sonido, Acción sin palabras, Creador del Cosmos! -expresión que más se asemeja al Gran Arquitecto del Universo de la cosmovisión Masónica- Permítenos avanzar con el paso tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas. Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz…”
Y sobre todo, “…Aléjanos de la superficialidad. Recuérdanos que tu eres la Canción que se renueva y embellece. Haz que bulla en nosotros el alma de la Tierra, pues de esa forma sentiremos la Sabiduría que existe en una brizna y en la totalidad” ¡Qué así sea!”, aunque al momento todos marchemos contra un viento invisible que amenaza con borrar a la humanidad de la faz de la Tierra. Si ocurre, no habrá quien dé razón de que alguna vez existimos o de que quizá lo soñamos. Ojalá su arrebato pase, y que algunos sigan en pie. A los que queden les tocará cargar con nuestro dolor y el suyo. ¡Ese será el precio!
Por ahora hay una húmeda oscuridad detrás de las ventanas, mientras nosotros somos presas de un tiempo moribundo; permite, señor que por un instante más pueda seguir mirando ese fuego amarillo que forman las flores de las retamas a lo largo del muro de mi jardín. Por el instante que quieras. ¡Que así sea!. (O)