Volver a ser lo que siempre anhelamos ser

David Samaniego Torres

La vida nuestra, la humana, está inserta en una y mil circunstancias desconocidas y también de nuestro saber, circunstancias que inciden en el día a día de nuestras existencias.

Es lo interesante y a su vez nuestra cruz, es signo de nuestra libertad y señal de nuestro sometimiento a las circunstancias de vivir.

La reciente pandemia, que tarda en dejarnos, en muchos aspectos, fue y es para el universo, un detente y empieza de nuevo, porque puso de manifiesto nuestra fragilidad y la debilidad de las bases sobre las que estaba levantada nuestra fortaleza.

Pues bien, esta pandemia cambió tantas cosas, tanto en nuestro día a día como en las grandes proyecciones para un mañana, que hemos debido relanzar proyectos e idear nuevas opciones acordes con nuevas circunstancias.

Como ustedes lo imaginan este corto introito tiene hilo suficiente para cubrir temas de diversa índole, de entre ellos, los renglones que vienen se ocuparán solamente del antes y después de nuestra vida de viajeros (mi compañera de ruta y yo).

Se habla mucho de vocaciones, en diversas acepciones, en este caso, nuestro caso, hace algunas décadas decidimos conocer el Ecuador en un vehículo por nosotros manejado para luego, en una síntesis esmerada, poner esas experiencias en blanco y negro para ser publicadas por la prensa escrita, no como reportajes, sino en calidad de artículos de opinión.

Estos renglones tienen sabor a vida quiteña porque decidimos viajar desde Guayaquil hacia Guaranda, para luego saludando al Chimborazo pernoctar en Ambato para recibir la calidez de los familiares directos de mi compañera. Cuando entre familiares se logra llegar a amigos, entonces cada minuto es una fiesta. Esto nos sucede, a Dios gracias en todos los lugares donde residen familiares de parte y parte.

De Ambato pasamos a Quito, no sin antes irnos a la laguna de Limpiopungo para disfrutar de la cercanía del Cotopaxi y del Rumiñahui.

En Quito vivimos horas de intensidad familiar. Cada grupo humano tiene comportamientos y sentimientos diversos. La visita a Nono la llevamos en imágenes intransferibles porque es un espacio donde los humanos encontramos el lugar preciso para decir: Ecuador te amo.

Retornamos a Salinas, a nuestro modo:  Quito, Mitad del Mundo, El Carmen, Manta, Ruta del Sol, Salinas, kilómetros densos en verdor, pródigos en plantaciones diversas, generosos en su orografía y poblada por gente de hospitalidad certificada. (O)