A propósito del Aucas ….

David Samaniego Torres

No se inquieten por el título de estas líneas. No se trata de un comentario deportivo. Quiero narrarles una página de mi vida, algo que llevo conmigo desde hace décadas, algo que a todos les pudo pasar o, quizá, les pasó. Se trata de una anécdota en la cual soy protagonista, juez y parte.

Fue hace cerca de siete décadas. Residía yo en Quito como integrante de las huestes salesianas y me hallaba en el barrio de La Tola, en el Colegio Don Bosco, hermoso centro salesiano de formación escolar y colegial. Esos años eran muy especiales, sobrellevábamos problemas, buscábamos soluciones y las encontrábamos. Lo que estoy para narrarles debe ser totalmente nuevo para muchos de ustedes. Les pido una regresión en el tiempo y también, un poco de fantasía.

En esos años el Don Bosco, así se lo denominaba, tenía cabida para ciento veinte internos, me refiero a los estudiantes que procedían de provincias en las que no había buenos centros educativos.  De Manabí era la mayoría. Los demás de Latacunga, Guayaquil, Riobamba e inclusive, de algunos pueblos cercanos de la provincia anfitriona, Pichincha. Para entender esta solución al requerimiento educativo señalado, es menester comprender cómo se vivía en esos años, cuáles eran las deficiencias y las ventajas también. Bueno, pero esto nada tiene que ver con el Aucas y quien escribe estas líneas. Al grano entonces.

¿Qué hacer los fines de semana con ciento veinte o más internos? ¿Con qué entretenerles? ¿A dónde llevarles? Una de esas ingeniosas soluciones era conducir a esos niños y adolescentes al Estadio cuando había algún partido de interés para ellos. Aquí viene el meollo de este relato.

La gran mayoría de internos eran costeños: Emelec y Barcelona estaba en sus labios, el resto de equipos no existían. ¿Mi actitud? Como eventual respuesta de coyuntura yo debía apostar a un equipo diferente para crear una sana rivalidad. Aucas fue mi elegido, ídolo quiteño en sus buenos y malos momentos. Recuerdo con cariño, pese a los años de distancia, las consecuencias de mi época ‘auquista’. Hasta hoy permanecen esos recuerdos de unos hermosos días que el tiempo se los llevó.

Mis exalumnos, amigos cercanos y vecinos conocen este episodio; un buen día me regalaron una Gorra y la Bandera del Aucas que las tengo en mi estudio, con cariño. Una minucia llena de trascendencias. ¡Eso somos! (O)