Los “mea culpa”

Los azuayos vivimos décadas y décadas quejándonos y protestando por las pésimas vías.

Hay, y así lo hemos dicho con frontalidad, suficientes razones para respaldar aquel comportamiento ciudadano, siempre dentro de lo permitido por la ley. Y lo haremos cuantas veces sean necesarias.

Sin embargo, también existen decisiones y actitudes – politiqueras, las más – contraproducentes. Y constituyen los “mea culpa” cuyas consecuencias pasan factura si ha de autojuzgarse con objetividad.

No está distante el “aborto” del proyecto de construcción del acceso sur a Cuenca, la única alternativa para solucionar uno de los peores “atascos” vehiculares.

Debía hacerlo la compañía Hidalgo-Hidalgo; pero a la hora de fijar las indemnizaciones aparecieron los reclamos por los montos, argumentando inequidades y, de alguna forma, favoritismos.

Fallaron quienes hicieron mal los avalúos. ¿Actuaron a propósito? Nadie lo sabe. Hasta allí llegó ese proyecto vial. No se ha movido un dedo para “resucitarlo”.

Mucho antes, el proyecto municipal para ampliar un tramo del actual acceso, asimismo indemnizando al vecindario, también “abortó” por la oposición, sobre todo por falta de decisión política.

Nadie habrá olvidado el levantamiento de los cantones orientales del Azuay para apoyar un capricho político, cuando no el autoritarismo de la época, y quitar el peaje en la vía Cuenca-Gualaceo, con el compromiso de construir túneles y hacerla de cuatro carriles. ¿Y?

Esa vía se destruye. Proliferan los baches, fisuras y hundimientos. Surgen las protestas. Pero también es hora del “mea culpa”.

Ejemplos como los citados hay algunos. No solo en el campo vial. Cuando surge un proyecto, se consigue financiamiento, asoman los opositores, y terminan por imponerse. Ejemplos: el proyecto hidroeléctrico Soldados-Yanuncay; la nueva Circunvalación, y solo por querer “refundar” la ciudad.

Entonces, no solo basta con protestar; también con asumir los “mea culpa” y cambiar comportamientos, de alguna manera egoístas y politiqueros.