Carta a César Rohón

Jorge L. Durán F.

Señor ministro:

Si hay algo de qué agradecerle quienes habitamos al sur del sur del Ecuador es su sinceridad.

Contrario a sus antecesores que nos vendieron humo, y nosotros “pendejotes” los creímos, usted acaba de echarnos un baldazo de agua fría al decir sin haberlo dicho expresamente, que no hay dinero para curar nuestras heridas viales, algunas ya gangrenadas y a punto de autoamputarse.

Ha venido a Cuenca, la “apenas del Ecuador”, para explicarnos que en la caja vaciada de su ministerio ha quedado alguito más de 3 millones de dólares para dar una mano de gato asfáltico a dos trozos de vías, ubicadas en el corazón mismo de la ciudad, y que son competencia de su ministerio, ese ogro al cual casi, casi que no le podemos ver ni en pintura.

También nos deja una limosna para que el GAD del Azuay haga lo que pueda en la vía Cuenca-Girón-Pasaje, cuya mesa si no desaparece del todo es porque acá somos fieles devotos de los santos ya existentes y por quienes hacen fila en el Vaticano para que los santeen.

Ha pedido que esa entidad, junto con el municipio de Cuenca, a cambio de las piedras del Tamuga, limpie esa vía dizque intraprovincial, por la cual circulan miles de personas, sea para ir a Puerto Bolívar o a Puerto Jelí a servirse unos ceviches; o bien al otrora valle de Yunguilla a calentarse los huesos, ahora que el frío les carcome fémures e ilíacos.

Escuche señor ministro: puedo estar equivocado, pero no sé qué puedan hacer esas dos instituciones, si ya durante la pasantía de don Cabrera en el susodicho ogro, un tal Asfaltar, así creo que se llama, intervino tapando los huecos, y qué huecos, además de tender una laminita de asfalto, y todo duró lo que dura un cohete lanzando en las noches del Septenario.

Ah, le cuento que esa vía esta peor. Al viajar por ella la gente se maltrata peor que subir el cerro Cojitambo en burro.

Usted, para sus adentros dirá: bueno pues, siquiera algo – alguito no ha decir porque “lo mono” no hacen llorar al idioma como por acá –, conténtese con esto; les vendrán días mejores, que pueden ser en 2, 3, 10, 20 o 50 años. Si lo más han esperado, qué les cuesta seguir esperando. Son buenos esperadores ustedes.

Con sólo descifrar los movimientos de sus labios y sacudiendo su melena, ya le oigo señor ministro canturreando eso.

Y nuestros dignos representantes Q. P. D. Nosotros, a lo mejor diciendo: “bueno pues siquiera ´esito´; algo es algo; gracias señor ministro; ojalá el nuevo Gobierno nombre a un cuencano como titular del emeteopé, aunque el suertudo luego nos diga no saben con qué ministerio chiro y centralista que me topé”.

Tope señor ministro. (O)