Hedor de la justicia

Edgar Pesántez Torres

El país ha llegado a un estado de putrefacción en todos sus niveles, cuyo tufo por la corruptela de dos décadas acá se ha extendido a todos los niveles. Para disimular los efluvios que en oleajes aparecen en los cinco poderes del Estado, inventados por un tóxico ahora vagabundo, sus herederos quieren asirse en sus poltronas respaldando la existencia de los dos sépticos aparejos del narcoestado: la función de Transparencia y Control Social y la Electoral, cuyos jefes y acciones exoneran de todo comentario venenoso que merecen.

Para abordar este tema, qué mejor paralelismo con la historieta de Shakespeare: Había una vez un perrito que se deshizo de su atadura y corrió asustado pero libre, sin rumbo cierto, con tan mala suerte que, en la extensa hacienda de su amo, en donde existían diseminados estercoleros y pozos sépticos, no pudo salir pronto y en un momento dado se mareó por la carrera zigzagueante y pestilencia y cayó en una de las ciénagas. De no mediar la voluntad y el cariño de su amo, que estuvo dispuesto a sustituir su vida por la del perro, éste perecería en pocos minutos más a su inminente naufragio.

Una metáfora impura del pueblo ecuatoriano y su amo. Sin la intervención divina, el pueblo caerá en una ciénaga para más pronto que tarde recordar las palabras del drama shakesperiano: “Algo malo huele en Dinamarca (Ecuador)”.

Se pierde la oportunidad de efectivizar las preguntas que fueron aprobadas por la Corte Constitucional que, entre otras proponía: si se desea abolir las funciones de Transparencia y Control Social y la Electoral, sustituir la Asamblea por dos Cámaras, un nuevo medio para elegir al Consejo de la Judicatura…, a las que se podía incorporar la Extradición de ecuatorianos y la Extinción de dominios.

Con esto se pudo eliminar tanta corrupción en las esferas de la justicia, que gracias a la Fiscal recién se está desnudando a jueces, fiscales, policías y funcionarios corruptos. No sólo se debe expurgar al expresidente de Consejo de la Judicatura, sino pedir cuentas a quienes lo escogieron que bien supieron de sus afinidades políticas y su relación con el narcotráfico. 

¿Y los notarios?, muchos peores que los otros. Se falsifican firmas y ellos certifican como verdaderos, perjudicando a ciudadanos honestos y beneficiando a ladrones y estafadores. Investíguese, por ejemplo, a la Notaría 51 de Quito, cuyo titular M.A.N.S. valida la rúbrica falseada del ciudadano E.G.P.B en favor de L.A.R.M.  (O)