Cómo no ha de serlo. El próximo viernes se reanuda la Asamblea Nacional tras seis meses de ser disuelta por la aplicación de la muerte cruzada, un mecanismo jurídico político previsto en la Constitución.
Ese día entrarán en funciones los 137 asambleístas, algunos reelegidos, sobre los cuales se posa la mirada de los ecuatorianos, no sólo por su desempeño individual, cuanto porque esperan una función legislativa lista para coadyuvar a resolver los problemas acuciantes e impostergables del país.
Están llamados a recuperar además del prestigio, la calidad de la Asamblea, muy pero muy venida a menos en los últimos años. Para la mayoría de ecuatorianos, el cierre temporal ha pasado inadvertido, como si no hiciera falta, cuando es parte vital de la democracia.
En estas horas previas a la posesión, aún es incierta la designación de las diferentes dignidades, si bien se han difundido nombres, como las potenciales alianzas entre las diferentes fuerzas políticas.
Pocos partidos y movimientos tienen el número suficiente de legisladores para integrar una bancada, peor para captar la dirección de la Asamblea por sí sólo.
En consecuencia, se vuelven inevitables las alianzas, en cuyo juego político mucho se especula, siendo claves algunos asambleístas “independientes” o quienes son parte de movimientos sin mayor representación, pero cuentan a la hora de sumar votos.
El país entero les ha exigido, incluyendo al movimiento del presidente electo Daniel Noboa, total transparencia para hacer las alianzas: nada a cambio de, peor para garantizarse impunidad, cuotas de poder, o armar juicios políticos con intenciones malsanas.
La expectativa gira también en torno al equipo de trabajo de Noboa. Gran parte de ministros han sido designados, primando la juventud, pertenecen al sector privado, su preparación académica, si bien con poca o ninguna experiencia en el sector público, donde las cosas son diferentes y cuentan las necesidades y problemas de la gente.