Lo dijimos. Lo dijeron. Guardamos presagios ocultos. Conversamos de medio lado, pensamos al apuro … pero, llegó la hora: aquella que la esperamos todos, la misma que quisiéramos que no llegue nunca. Es que de tanto vivir con temores, el miedo se convirtió en compañero inseparable. Que la hora de la definición debía llegar, debía. Que las dudas y cavilaciones tenían que terminar, pues era imprescindible. Hoy por hoy, con la mirada en los días que nos faltan vivir de este noviembre y conocedores de aquello que se cuece, es cierto que ‘llegó la hora de la verdad’.
La hora de la verdad está por sonar. Antes que muera este noviembre sabremos si la Asamblea sigue siendo un saco de víboras o si empezó a ser un organismo dispuesto a pensar en la Patria y a trabajar por ella; además, el nuevo Presidente se habrá posesionado de su mandato para juntos, ejecutivo y legislativo, trabajar mancomunadamente en bien de toda la sociedad. Todos esperamos esta hora de la verdad, el pueblo aún cree en la responsabilidad de sus autoridades, muchos, ya viejos, entre ellos quien escribe estos renglones, no queremos despedirnos de Ecuador viéndolo convertido en todo menos en un oasis de paz, en un campo de trabajo, en un pueblo con fe y esperanza.
Me pregunto, una y otra vez: ¿seremos testigos del milagro de ver a legisladores nombrados por diversas tiendas políticas unidos todos para encontrar el mejor camino para la redención de nuestro pueblo? Sabemos que del dicho al hecho hay mucho trecho, pero también sabemos que la fe obra milagros.
Al nuevo Presidente de Ecuador le espera una labor titánica: demostrar que Ecuador es gobernable y en consecuencia que se lo puede gobernar; ocupar su corto periodo de manera óptima de suerte que podamos reelegirlo para que cumpla sus promesas y sus anhelos de transformar nuestra desmejorada realidad.
Bien podemos decir que, en Ecuador, hoy por hoy, todo está por hacerse: necesitamos que el poder legislativo de una vez por todas estudie la realidad nacional y encuentre las mejores leyes para enmendar lo torcido y desechar lo podrido. Es hora de terminar con abusos de autoridad, con prebendas y canonjías, con solapamientos cómplices a quienes delinquieron y pasean orondos sus fechorías y desafueros.
¿Llegó o está por llegar la hora de la verdad? Esperemos que así sea. (O)