Símbolos de la Fe (parte 1)

Remontándonos en el tiempo encontramos que, varias culturas de diferentes latitudes del planeta festejaban el año nuevo en marzo, de manera coincidente con los periodos de siembra que marcaban el inicio del ciclo solar. Del sistema decimal al calendario solar Pompilio integró, en el calendario romano los meses de enero en honor de Janos y febrero, por Februus; siendo Julio César quien, al introducir el calendario juliano, mandó festejar el año nuevo en enero, lo que se mantuvo en el calendario gregoriano.

5 días no cuadran, 5 días existen por fuera del orden solar, 5 días exceden entre los 360 grados de la circunferencia y los 365 días (más pesetas) de la tierra en su vuelta al sol, 5 días que, por su propia naturaleza y forma, fueron entendidos, asumidos y festejados como el caos que precede al orden del amanecer del nuevo año…

El Carnaval nace como símbolo del caos, es el big bang que representa la explosión que festeja el desorden; significa la necesidad iniciática de dejar fluir la oscuridad para que cumpla su ciclo y de paso al emerger de la luz interior que, desde el miércoles de ceniza nos proyecta por el camino de la cuaresma hacia la Semana Mayor…

…y en polvo te convertirás, el orden emerge del caos, la luz desde las tinieblas, la vida de la muerte, de la iniciática muerte que nos recuerda que la carne es polvo y a ella regresa; pero la conciencia trasciende en busca de su eterno retorno al sol del que proviene.

El calendario, más allá de la lineal sucesión del tiempo, se construye sobre la simbólica sucesión de hechos de los que emergen profundos significados simbólicos que debemos reencontrar para alcanzar la transmutación de nuestra propia piedra, pues, como sugiere Levi: “el hombre se ha vuelto un símbolo y es así como se hizo Dios” (Lévi). (O)

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