Responsabilidades de un ciudadano

Edgar Pesántez Torres

Digo de un ciudadano, no anteponiendo el adjetivo apocopado de bueno que tiene un significado de valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza a un habitante, en vista de que, el sustantivo ciudadano “per se” lleva implícito los deberes y obligaciones que cumple para el bienestar y la armonía de la comunidad donde vive. Entre ellas practicar las normas y las leyes, cuidar de los espacios públicos, respetar a los demás y ser amable, cooperar en la búsqueda de objetivos comunes, respetar los bienes y propiedades ajenas, etc. y etc. Entonces, el concepto de ciudadano difiere de un simple individuo, poblador o residente, empero la redundancia a veces es lícita para invocar ser una persona de bien.

El ciudadano es un hombre honesto que, para el cumplimiento de su deber tiene la fervorosa intransigencia con las tiranías y con los malvados, con las autoridades demagogas que no cumplen ni hacen cumplir las leyes, tampoco tiene conmiseración con sus convecinos que irrespetan el entorno y la concordia social. No tiene miedo de cubrirse de enemigos o adversarios cuando de defender el bienestar de sí y de los demás se trata. Su ánimo es lidiar y triunfar sobre la impureza moral y las malas costumbres de sus semejantes. Sabe ser soberano de sí mismo y no se deja gobernar por la tiranía de los instintos y de las vísceras, sí por el de la mente y el corazón.

En la ciudad es inconcebible la indolencia de las autoridades por ciertas conductas de sus mandados que causan caos y desorden. Miren nomás lo que pasa en muchas calles tomadas para hacer mercados, dueños de talleres de diferente naturaleza adueñados de veredas, forajidos acosando a conductores y transeúntes por dinero, frontis de edificios públicos y privados con grafitis o simplemente teñidos por facinerosos, rompe-velocidades construidas por cualquier hijo de vecino, basura por todo lado, especialmente mierda de perros en veredas, parterres, parques y mercados.

Las bravuconadas y amenazas de las autoridades solo quedan en eso, en furias caninas para que los canes sigan haciendo sus canalladas. Así como los barrios se organizaron en contra de la delincuencia y que ha dado buenos resultados, así también se debe proceder con estas prácticas que afean a la ciudad y enferman al vecindario. En una vereda leí, colgado en un arbolito una nota que decía: “No rompas mis ramas, soy tu medicina” y así, él y sus vecinos estaban íntegros.  (O)