Tiempo de compromiso en un mundo cambiante

Nada permanece, todo pasa de un extremo a otro. Esto no indica que debamos huir del mundo; al contrario, tenemos que comprometernos más con él. Lo prioritario radica en llevar esperanza en vez de abatimiento, sobre todo  a cuantos son vulnerables en los cambiantes destinos de una tierra injusta. Sin duda, esto debe llamarnos a vivir con un espíritu más responsable y con una visión mucho más solidaria, en nuestro modo de vivir. Lo que implica la urgencia de la obligación de promover la concordia y la justicia para todos, la reafirmación de los vínculos como humanidad, dispuestos a sentirse familia consigo mismo y con aquello que le rodea, en cuanto a un hogar común de todos, que además hemos de saber cuidarlo y protegerlo. No olvidemos que uno es para siempre responsable de aquello que cultiva y que amansa.

Indudablemente, se requiere el esfuerzo de toda la comunidad mundial (nos hemos globalizado), mediante la búsqueda cooperante y productiva del pleno empleo y del trabajo decente para todos los ciudadanos, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la equidad salarial para un trabajo de igual valor. Por cierto, lograr la igualdad de remuneración es un hito primordial para los derechos humanos y la igualdad de género. Asimismo, los diversos estereotipos y las prácticas de contratación discriminatorias, junto a las políticas de ascenso, también contribuyen a las desigualdades salariales. En consecuencia, todos los gobiernos del planeta, han de abordar con urgencia los puestos de trabajo mal remunerados e infravalorados. Todo es importante en esta vida. Lo que es inservible, es toda discusión si no hay certeza que resulte beneficiosa.

En el contexto de este mundo cambiante, se percibe en ocasiones un aluvión de desafíos y reveses, incluso de contradicciones y fracasos, lo que nos demanda a tomar otro espíritu más verídico, mediante un consenso real y un compromiso sincero, en la ardua tarea de buscar el bien colectivo. Hace falta reencontrarse, quererse y respetarse, al menos para trabajar lenguajes armónicos, para poner fin a las contiendas y a los conflictos, para de igual modo reparar lo que la lucha y la violencia ha echado abajo, reuniendo a las partes enfrentadas en una mesa, para que juntos, la diplomacia y la negociación puedan hacerse efectivas. Desde luego, cuando la ciudadanía se deja iluminar por el resplandor de la verdad, todo germina en un abrazo continuo, que nos encamina a la verdadera concordia. No olvidemos que hasta el propio carácter de cada cual, no es algo sólido e inalterable, sino algo vivo y cambiante. (O)

corcoba@telefonica.net             

DZM

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.

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