Un mutismo preocupante cubre la, por el momento, fallida construcción del proyecto hidroeléctrico Soldados-Yanuncay, declarado prioritario para Azuay en 2010, cuyos estudios de prefactibilidad se realizaron en 2014; el Concejo Cantonal de Cuenca respaldó su ejecución en 2022, y su inversión estimada en 90 millones de dólares estaba lista.
Un país en el cual la inversión privada en el sector hidroeléctrico esta satanizada en la Constitución y pasa por la peor crisis energética de su historia, sin visos de solución a corto plazo, se da el lujo de posponer la construcción de esa obra.
La falta de decisión política, de firmeza sin necesidad de acudir a la fuerza; de, alguna vez, decir ya basta a la oposición al desarrollo, han conducido al extremo de no dar señales de retomar el proyecto, ni siquiera cuando el Ecuador permanece en tinieblas.
Soldados-Yanuncay, localizado entre las parroquias Baños y San Joaquín, fue concebido para aportar con 22 MW. Cuenta con licencias ambientales para su construcción como para la línea de transmisión, desde Soldados hasta la subestación de Turi, operada por la empresa Regional Centro Sur.
Además, tiene un objetivo multipropósito: garantizar el suministro de agua potable para Cuenca hasta 2025 a través de la planta Sústag, igual para el riego, controlar inundaciones del río Yanuncay, aparte de producir energía eléctrica por medio de sus dos centrales en cascada: la de Soldados con 7 MW; con 15 MW la de Yanuncay, manteniendo el caudal ecológico.
Un sector de la población de aquellas dos parroquias se opuso a la construcción. Aduce: reducción de agua en las quebradas y en el río, alternaciones climáticas o la entrega de la mayor parte de energía para los, por ahora, fallidos proyectos mineros Loma Larga y Río Blanco.
¿Y? Y allí está el proyecto, en el cuasi olvido. Y nadie dice nada. ¿Y el crédito? ¿Hasta cuándo semejante incuria?