El pasillo es el género musical identitario de nuestra nacionalidad y tiene ribetes extraordinarios en tanto es poema musicalizado que describe a la mujer, al amor, a la madre, a la ternura, a la vida, al dolor, a las alegrías y a las penas humanas. Es como un añejo amigo que nos acompaña desde siempre cuando, en nuestra infancia, lo escuchábamos en todas las emisoras locales y en la onda corta de la clásica HCJB, enseñándonos a disfrutar del piano de don Huberto Santacruz o de los icónicos Benitez y Valencia que nos exteriorizaron la identidad de esta patria y de un ritmo musical que nos une a quienes, con orgullo, lo cantamos en nuestras cuatro regiones naturales.
El pasillo nos acompaña como fiel y viejo amigo que apoya a translucir nuestros sentimientos de suerte tal que, es como un espejo en donde se refleja la personalidad de los ecuatorianos, puesta de manifiesto a través de poemas musicalizados de grandes compositores que se perpetuaron, al plasmar en ellos, lo que pensamos, deseamos y sentimos. Es un himno de ecuatorianidad consagrado por voces que han expresado con nitidez ese ritmo al que no lo llevamos ante el mundo con la ayuda de la electrónica o de las redes sociales, sino con las voces de los más refinados artistas y, sobre todo, con la fortaleza de la identidad de un pueblo y de un país que, a través de su música, muestra lo que es en esencia.
¡Qué lindo es el pasillo!… decíamos entre amigos, en una tarde de música, guitarras, piano, acordeón, voces y expresión de ecuatorianidad, inmersos en la naturaleza bucólica, entre árboles, flores y paisajes. Lo cantamos con devoción melódica, con sentimiento, con recuerdos, con alma y autenticidad humana. Es obligatorio conservarlo, continuar creándolo y cantarlo para que los jóvenes se sientan ecuatorianos con amor, autenticidad y respeto por esta tierra bendita, hoy caída en crisis por ajenos y grises nubarrones. (O)