En la política, o más bien dicho, en la politiquería, que se basa en intereses personales, la construcción de mitos y utopías es una táctica común para acceder al poder y afianzarlo. Los caudillos mitifican figuras históricas, atribuyéndoles virtudes memorables, y se presentan como herederos de sus ideales para ganar legitimidad y manipular al pueblo. Esta estrategia comienza ¾la historia así lo confirma¾ exaltando personajes como José Martí, Sandino, Alfaro o Bolívar, representados como símbolos de valores nacionales. Los líderes “políticos” prometen continuar su obra, ofreciendo un futuro utópico de justicia, igualdad y prosperidad.
Sin embargo, esta utopía es una ilusión diseñada para seducir y garantizar el apoyo popular. Tras alcanzar el poder, los caudillos priorizan consolidar su dominio personal. Esto se logra a través de la corrupción del aparato estatal, el empobrecimiento de la población y su dependencia de decisiones arbitrarias. Esta dependencia se convierte en un mecanismo de control, utilizando el miedo y el chantaje para mantener la lealtad y reprimir la oposición. Los recursos estatales son desviados para financiar redes de poder y, en muchos casos, actividades ilícitas como el crimen organizado y el narcotráfico.
Ejemplos claros ilustran esta dinámica. En Cuba, el régimen revolucionario se apropió del legado de Martí para justificar décadas de represión y pobreza. En Nicaragua, Daniel Ortega y su esposa han utilizado el símbolo de Sandino para perpetuar un gobierno autoritario. En Ecuador, Rafael Correa manipuló la figura de Alfaro para centralizar el poder, mientras que en Venezuela, Hugo Chávez y Nicolás Maduro invocaron continuamente a Bolívar para sostener un régimen opresor y responsable de una crisis humanitaria sin precedentes.
Esta táctica de MITIFICACIÓN histórica es una herramienta perversa que sirve para alcanzar el control absoluto y explotar los recursos estatales, mientras el pueblo queda sometido. Aunque prometen un futuro brillante, los caudillos politiqueros buscan únicamente su beneficio personal y el de su camarilla.
Ante esta realidad, es de fundamental importancia que nosotros, la ciudadanía ecuatoriana, mantengamos una visión crítica frente a estas estrategias. La verdadera justicia social y el progreso surgen de la transparencia, el respeto a las instituciones democráticas y la participación activa en la vida política, más no de UTOPIAS fracasadas. Solo así se podremos evitar los engaños y construir un futuro genuinamente equitativo. Es hora de abrir los ojos y rechazar las narrativas vacías que buscan por todos los medios lícitos o ilícitos, el autoritarismo y la opresión. (O)