Toda elección es un acto de responsabilidad. Hay elecciones personales que atañen al individuo, su familia y su entorno; sus consecuencias no rebasan dicho ámbito. Existen también elecciones prescritas en las leyes de un país para administrarlo y cuidar de su salud moral e integridad física.
Me permito analizar algunos comportamientos de quienes consignan su voto. Uno de ellos cuando los votantes ya tienen definidas las respuestas a las preguntas de dicha elección, como en nuestro caso: votan por personas previamente escogidas, para determinadas funciones públicas. Este es un comportamiento responsable, cívico, fruto de reflexión.
Existen, además, dos comportamientos, a mi modo de ver repudiables, dañinos para el presente y futuro del Ecuador. El primero es de quienes enajenan su capacidad de decisión y se acercan a las urnas obedeciendo consignas para favorecer con el voto a los integrantes de un determinado partido o facción política, es decir, el destino del Ecuador colocado en manos de intereses reñidos con la realidad nacional. Aunque ustedes no lo crean existe un tercer grupo de personas que se acercan a las urnas sin que les interese la Patria, lo hacen porque necesitan un certificado de votación; son aquellos que en ese momento marcan la cruz sin importarles a donde vayan sus dedos.
El quemeimportismo es tanto o mayor enemigo de la paz que las bandas organizadas ad-hoc, porque es el caldo de cultivo para que aquellas emerjan y arrasen con tradiciones y anhelos.
Han surgido en este milenio conductas ajenas al “amor de Patria comprende cuánto el hombre debe amar”. Existe un desconocimiento grosero de la legislación nacional; algo peor, tenemos leyes creadas para mantener y auspiciar el caos en lugar de favorecer el reinado de la justicia y de la paz. Los cargos públicos sirven de acceso a las arcas fiscales y de pago de favores. Coexistimos hoy con jueces y tribunales perversos, con legisladores que nada saben de honor y de patria.
Como nunca antes el poderoso caballero don dinero se ha adueñado de ecuatorianos jóvenes y viejos, pobretes y ricachones y los ha transformado en un ejército a su mandar. Ganar dinero sin trabajar, robar sin ser castigado, matar por encargo, son nuevas profesiones para apellidos desconocidos y también para otros cuyos mayores sí los honraron.
¿Qué hacer este preciso momento? Hoy mejor que ayer, darle a la Patria los conductores que requiere. (O)