¡Qué maravilla el Carnaval! Esta celebración, llena de color y alegría, se convierte en una explosión de creatividad y desbordante energía que une a las comunidades y a las familias en una experiencia de felicidad compartida, aislando a miembros con egoísmos y falsas apariencias. En nuestra cultura, esos días vibrantes desde el jueves hasta el martes anterior a la Cuaresma se convierten en un lienzo donde cada persona puede pintar su propia historia.
Es interesante observar cómo, independientemente de la cultura o el contexto social, el Carnaval ofrece un espacio para que las emociones fluyan y las barreras se derriben. La música, los disfraces, la comida, el agua… son solo algunos de los medios a través de los cuales las personas canalizamos la alegría y el espíritu festivo. Ver a la gente reír, bailar y celebrar en un ambiente de camaradería es un recordatorio de que, en medio de las dificultades de la vida cotidiana, hay siempre lugar para la celebración y el disfrute colectivo.
Así, el Carnaval se transforma en un evento inclusivo, donde todos son bienvenidos a contribuir con su esencia, haciendo de esta fiesta algo único y especial. Por tanto, más allá de las licencias y del desenfreno que pueden caracterizar al Carnaval, nos da la oportunidad de reconectar con lo más puro de nuestra humanidad, de celebrar la vida en comunidad y en familia, y de recordar que, aunque cada uno de nosotros tenga su propio camino, en esos días de fiesta nos unimos en una festividad llena de color, amor y esperanza.
Décadas atrás el juego el Carnaval tenía sus prolegómenos en el Pase del Niño, cuando los jóvenes nos congraciábamos con las doncellas `chigueteándolas´ con poco de agua y más tarde con bombitas infladas con líquido. Así se comenzaba, de gota en gota, hasta llegar a los días propicios en los que nos desbandábamos en el juego con agua, polvo, picadillo, serpentinas, anilinas, mantecas y todo cuanto alrededor hallábamos.
A los dioses del Olimpo, de Baco, Afrodita, Hestia y Cupido se los rendíamos, ofreciéndoles desbordantes devociones. Siempre se ha llamado a la prudencia, la templanza, la moderación, el respeto, aun cuando eso mismo es lo que se transgrede en Carnaval. Lo que le caracteriza al Carnaval es precisamente el caos, el desorden, la crisis… para luego encontrarse con el cosmos, el orden, la armonía. Es que eso mismo es el ciclo vital, y no solo de la vida humana: ¡De la crisis al cosmos, del caos al orden! (O)