Historia de nunca acabar. Esta interminable lucha entre los representantes del transporte público y el gobierno se ha prolongado por décadas en un eterno juego de suma cero. Y hoy, al parecer, estamos prestos a escribir un nuevo y escabroso capítulo.
Y claro, el detonante ha sido, una vez más, el incremento de los precios de los combustibles. Particularmente el diésel, que se ha cotizado en USD 1.48 por galón, representando un incremento del 48% con respecto al 2020, cuando el gobierno reemplazó el subsidio por un sistema de bandas. Medida que, como de costumbre, dio lugar a una serie de protestas (la última ocurrida a finales de abril), forzando al gobierno a decretar un incremento de pasajes.
¿El resultado? Pues sencillo, los transportistas recuperaron las pérdidas. ¿Y quién paga entonces por los destrozos? El ciudadano, desde luego. La sociedad en su conjunto, que enfrentará un doble efecto inflacionario: el primero por el incremento en el precio del diésel, cuyo efecto multiplicador alcanza, no solo los pasajes, sino también los costos de transporte de las materias primas y productos terminados; costos que sin duda se transferirán a los precios. Y el segundo, por el hecho mismo del incremento de los pasajes, componente fundamental de la canasta básica.
Y no, eso no es lo peor, sino el hecho de que, tras tanto descalabro, no hemos solucionado nada. El Ecuador seguirá al parecer, gastando por sobre los USD 1900 millones de dólares en subsidios al diésel (sin contar con los USD 1.700 millones con los que subsidia la gasolina), alentando la compra de más vehículos para poblar nuestra ya colapsada infraestructura vial, y generando un gasto colosal que podría servir, solo para formar una idea, para construir más de mil escuelas del milenio o revertir, en buena parte, la crisis sanitaria que vivimos. Una historia sin fin, que se repetirá de tanto en tanto, mientras no comprendamos que la eficiencia económica demanda sacrificios. Y que estos temas, habrán de resolverse, si algún día acaso, en los pacíficos campos de la técnica económica y no en las ardientes arenas de la lucha política… (O)