Cuando se trata de un fenómeno negativo mundial, ajeno a las políticas y recursos de los países, todas las personas e instituciones deben, en la medida de sus posibilidades y recursos, contribuir a su combate. En el caso del COVID-19, enemigo sin fronteras, en menos tiempo que en el pasado se ha logrado elaborar vacunos para su combate. La producción masiva ha llevado algún tiempo, pero en buena medida se ha superado el problema, siendo importantes las campañas de vacunación, con la meta ideal de, en el menor tiempo posible, llegar a todos los ciudadanos, superando prejuicios y desinformaciones que no faltan en muchas actividades humanas.
En nuestro país el panorama es alentador. Las limitaciones y dificultades que afrontó el anterior gobierno, se explican por la dificultad en contar con insumos suficientes, siendo reiterativa la gran demanda y las protestas de quienes con o sin razones suficientes no lograron en el tiempo establecido su propósito. El triunfador en las pasadas elecciones, en su campaña electoral ofreció su masificación con la meta de, en los primeros cien días vacunar a más del 50% de la población. Los hechos en estos primeros días muestran que no se trataba de una mera oferta electorera, sino que hubo una seria planificación para, por lo menos en este caso, superar la falta de credibilidad en las ofertas políticas.
En casos como el que sufrimos es importante la contribución de todos los sectores. La campaña debe estar organizada por el gobierno, pero no todo se puede esperar de él. Ha pedido la participación del sector privado y parece que la respuesta es positiva. Si se trata de ampliar el número de centros para facilitar el acceso, esta participación contribuirá de manera importante. Será necesario poner en marcha un sistema en el sector rural considerando el aislamiento de sus habitantes. Hay limitaciones, pero no imposibilidades y mediante serias campañas informativas se puede obtener éxito en menor tiempo.