La felicidad con la que amanece Ecuador este lunes de agosto tiene rostro de mujer. De piel morena, cabello afro, cintillos de colores, zapatos vistosos y una enorme fuerza. Así son Angie, Neisi y Tamara, las tres pesistas que no solo han regalado una destacada participación olímpica al país, sino una historia en la que mirarse.
La más joven es Angie Palacios Dajomes, de 20 años. Es hermana de Neisi Dajomes, de 23. Las dos nacieron en Puyo, Pastaza, una de las provincias históricamente menos atendidas del país, al igual que el resto de la Amazonía, pese a ser una región rica en recursos naturales.
La halterofilia de pesas es una actividad que viene de familia. «Tengo cinco hermanos y a casi todos les gusta alzar pesas como yo», contaba una jovensísima Neisi hace ocho años en el programa Yo Soy, de Educa TV. Un día, cuando ella apenas tenía 11 años, fue a buscar a uno de sus hermanos que practicaba en el gimnasio de la localidad y terminó quedándose.
Así empezó la historia gloriosa de estas dos hermanas que intercambian calzado para competir en los Juegos Olímpicos. El 27 de julio, Angie salió con una zapato amarillo fosforesente (en el pie izquiedo) y uno rosado (en el derecho) en la prueba de 64 kilogramos.
Ese día salió del Foro Internacional de Tokio (donde se cumplen las pruebas de halterofilia) con el apodo de «La Niña Maravilla» y un diploma olímpico tras haber alcanzado el sexto lugar.
Cinco días después, Neisi llegó con el zapato amarillo en el pie derecho y el rosado en el izquierdo. Además, un cintillo de colores que causó furor. Con mucha concentración la deportista levantó cada uno de los pesos que se fijó.
«Ella viene a enseñar la técnica. Ella se convierte en la reina de América con esos levantamientos tan precisos, tan seguros, tan sólidos», expresaba la mexicana Luz Acosta, ganadora de la medalla de bronce en Londres 2012, durante la transmisión de la competencia en el canal Marca Claro.
En dos horas de competencia, pero en apenas unos segundos en cada intento sobre la plataforma, Neisi Dajomes Barrera escribió una gran historia: se convirtió en la primera mujer ecuatoriana en alcanzar la gloria olímpica. Una mujer amazónica, afrodescendiente, hija de refugiados colombianos. «Digamos que soy una mezcla perfecta», pensaba a sus 15 años.
Un día después fue el turno de Tamara Salazar, de 24 años, nacida en Carchi. Llegó al Foro internacional de Tokio con el mismo estilo que sus amigas y compatriotas: el cabello recogido en un moño amarillo, zapatos rosados y una fuerza envidiable.
Fue una competencia muy reñida, pero la estrategia de la ecuatoriana le dio el podio. «Cuando la vi a Neisi levantar ayer (domingo) su medalla olímpica, me motivó tanto que vine hoy a hacer lo mío», contó luego de colgarse la medalla de plata este lunes 1 de agosto.
Tamara empezó en el deporte a los ocho años, cuando llegó a un gimnasio por curiosidad. Practicaba atletismo: salto largo, triple, corría. A los 12 años, el entrenador le dijo que sus piernas tenían mucha fuerza y podía probar otros deportes. Se decidió por la halterofilia y a los 14 ya obtuvo su primer campeonato nacional.
Las historias de Neisi, Tamara y Angie están entrelazadas no solo por la destacada participación en Tokio 2020. Las tres son parte de una generación que puede cambiar la historia en mucho sentidos.
La importancia de ser la primera
Luego del triunfo de Neisi, muchas mujeres reflexionaron sobre la importancia de ese logro. La joven de cintillos coloridos se convirtió ese día en un ejemplo de lo que las niñas pueden lograr.
Y de lo que se puede lograr en las condiciones más adversas: las tres provienen de provincias históricamente olvidadas por los Gobiernos de Turno. Las hermanas Neisi y Angie crecieron deportivamente en Shell, un cantón de 10.000 habitantes en Pastaza. Mientras que Tamara viene del Valle del Chota, conocido por sus jóvenes que sueñan con ser como los destacados deportistas, pero también por ser una de las poblaciones más pobres del Ecuador.