Marcel Duchamp es percibido como uno de los precursores del arte conceptual. Esta atribución nace a partir de su ingenio para generar del objeto cotidiano un recurso artístico. La ruptura de la tradicional idea de la belleza, al igual que el anarquismo intelectual que lo caracterizaba, lo convirtió no solo en un artista, sino en un personaje complejo que empleaba las sátiras y el cinismo como su principal herramienta de lucha ante el conservadurismo.
Nació en Blainville-Crevon, el 28 de julio de 1887 y transcurrió por diversas corrientes artísticas que se encontraban en auge. Fue impresionista a los 16 años, fauvista a los 19 y cubista a los 24, sin embargo, a partir de sus 25 años obtuvo un incorruptible sentido de pertenencia hacia el dadaísmo, que mantenía como su principal primicia la autodestrucción.
Vista en un principio como una grotesca obra de mal gusto, La Fuente fue el punto de partida comercial y de masificación del arte readymade, que se concentra bajo el uso de objetos creados previamente con funciones externas a las artísticas.
Esta obra fue atribuida en un principio a Richard Mutt, seudónimo que usó su íntima amiga Elsa von Freytag, y con el que le solicitó que presentase la obra en una exposición organizada por la Sociedad de Artistas Independientes, la cual mantenía como únicos requisitos el pago de una cuota y un proceso de revisión de la obra a exponer.
Al ver un urinario como una de las piezas tentativas a exhibirse, la mayoría del jurado comentó de manera determinante su desacuerdo con atribuirle la condición de “artística” a excepción de Duchamp y W.C Arensberg, quienes refutaron las negativas opiniones de sus iguales con la consigna de que el objeto seleccionado por un artista, por extensión e inercia, se convierte en arte. Así fue como La Fuente se expuso en 1917.
En vista de la notoria ovación por parte de críticos y galeristas, Marcel Duchamp se animó a comentar públicamente acerca de la autoría de la obra, que no recaía en nadie además de él, manifestando que la obra había sido una idea que dio a luz desde su cosmovisión, omitiendo la verdadera autoría de von Freytag.
Esta historia no fue desmentida hasta 1982, cuando se descubrió parte de la correspondencia entre Duchamp y su hermana.
“Una amiga, empleando el seudónimo de Mutt, me envió un urinario de porcelana a modo de escultura para ser expuesto; como no tenía nada de indecente, no había ningún motivo para rechazarlo”, manifestaba el pintor en la carta.
Hasta el momento la obra sigue recibiendo el coloquial nombre de “El Urinario de Duchamp” a pesar incluso de que diversos textos especializados en historia del arte han manifestado la verdad sobre esta expresión híbrida entre el readymade y el dadaísmo. Podría decirse que Duchamp utilizó a esta obra como Andy Warhol a la imprenta… No existe un mérito conceptual o creativo, pero sí uno de carácter relevador, testarudo y comercial.